Javier Prado, a la izquierda, hace volar el dron, mientras Albert Miralles observa la imagen feliz y satisfecho.

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Las empresas Geol, fundada por Albert Miralles y Salvador Lozano, y UAVEurope, propiedad de Javier Prado, han unido sus fuerzas. Juntas se dedican al diseño y fabricación de drones y a la implementación de la electrónica necesaria para realizar trabajos de ingeniería.

Salvador y Albert son ingenieros industriales, mientras que Javier Prado es técnico desarrollador de equipos electrónicos y piloto y operador de drones.

Hace poco más de un año se conocieron y hoy forman un joven equipo ilusionado y convencido de la bondad de sus proyectos. “Javier Prado tiene unos conocimientos técnicos de primer nivel y nosotros dominábamos más la parte de gestión empresarial. Estamos asociados, aunque mantenemos las dos empresas”, explica Miralles.

Los proyectos de la asociación de empresas que forman Geol y UAVEurope han ido evolucionando y adaptándose a la realidad del mercado y a las necesidades del cliente.

Inicialmente diseñaban y fabricaban los drones al completo. Hoy, apuestan por comprar las piezas y ensamblarlas. “Es más caro fabricar las piezas que comprarlas ya hechas. Es una cuestión económica, de funcionalidad”, asegura Prado, que matiza que su oferta de drones es única, “puesto que se adapta a las necesidades del cliente”. En este sentido, están especializados, precisamente, en construir las piezas que dan un carácter específico, único, a los drones. “Hay piezas que las fabricamos nosotros, porque son nuestro elemento diferenciador, nuestra seña de identidad. Me refiero, por ejemplo, a un estabilizador para una cámara termográfica”, asegura Javier, que añade que “todo lo que es electrónica lo fabricamos y montamos nosotros”.

Albert insiste en la especificidad de sus drones. “Son únicos. Los adaptamos a las necesidades del cliente para que puedan cumplir con su función a la perfección”, manifiesta.

Los drones tienen importantes restricciones de vuelo. La regulación es reciente y hay sustanciales diferencias con respecto a la normativa vigente en otros países europeos, por lo que no pueden descartarse cambios en los próximos meses.

De momento, los drones no pueden volar en los espacios urbanos. Han de volar en un espacio aéreo no controlado. Es decir, fuera del área de influencia de un aeropuerto, siempre por debajo de los 120 metros de altura y dentro del rango visual del operador.
Pero, ¿para qué sirve un dron? La respuesta no es fácil. De hecho, hay unanimidad en considerar que las aplicaciones son múltiples y diversas. En este sentido, la más clara, aunque no la más importante, es la realización de fotografías o vídeos. Pero son muchas más las aplicaciones. Geol y UAVEurope han unido su pasión por la aviación con la ingeniería. Preparan los drones para poder realizar fotogrametría, ortofotos, inspecciones de tendido eléctrico o torres industriales...

Javier Prado habla con pasión del proyecto del grupo de investigación en biología, que ha servido para que un dron pueda aplicarse en la agricultura de precisión, en este caso para optimizar el cultivo de viñas. “Tenemos diferentes sensores instalados en un dron que vuela sobre los viñedos. Obtenemos así datos que permiten hacer un seguimiento minucioso y constante del cultivo”, asegura, al tiempo que explica que en el dron se han instalado sensores de radiación solar, humedad relativa, temperatura ambiente, presión atmosférica... El dron, en la agricultura de precisión, puede contribuir a mejorar la calidad de la cosecha o aumentar la cantidad sacrificando la calidad. Las posibilidades de los drones son múltiples e, incluso, se emplean en salvamento marítimo, ya que se puede utilizar para lanzar un salvavidas a alguien en peligro de ahogamiento.

El precio de un aparato varía en función de sus características. El coste de los que fabrican Geol y UAVEurope es de 3.000-3.500 euros, si bien en el mercado se pueden encontrar desde 500. Los más sofisticados, que pueden ser de uso militar, pueden costar millones.

Los drones vuelan, en general, con baterías de litio, si bien también los hay que utilizan queroseno. La autonomía de vuelo es uno de los elementos diferenciadores entre los aparatos. En general, pueden volar sin interrupción entre 10 y 20 minutos, dependiendo de la configuración de las hélices, la carga y la cantidad de baterías que llevan instaladas. “Se ha de tener en cuenta que no por llevar el doble de baterías la autonomía de vuelo se dobla. Hay que considerar que las baterías tienen un peso y un coste aerodinámico”, explica Albert.

Los aparatos que fabrican pueden alcanzar los 70 km/h, si bien destacan porque están capacitados para volar en condiciones de fuerte viento. La motorización y la configuración de las hélices son algunos de los elementos que deciden los jóvenes emprendedores. “No es lo mismo un dron para hacer fotografía aérea, que necesita mucha presencia en el aire, que uno que ha de utilizarse para inspeccionar una zona arrasada por un incendio”, asegura Albert, y Javier matiza que “nosotros decidimos si el dron ha de tener tres, cinco, seis o ocho brazos en función del uso que se quiere dar al aparato”. El primero que fabricaron tenía ocho brazos, pero desde entonces han sacrificado el rendimiento del aparato -tiempo de vuelo- por poder volar en condiciones de viento desfavorables. Por ello, desde entonces fabrican drones de tres brazos.

La unión entre Geol y UAVEurope ha fabricado una docena de drones y no ha vendido ni uno solo, centrando así su actividad en la comercialización de diferentes servicios, aunque la competencia de empresas no profesionales hace complicada la subsistencia.
De esta manera, aunque sin renunciar a ningún tipo de trabajo, la implementación de electrónica y sensores en los drones parece ser el camino. “Implementar piezas en drones ya fabricados para optimizar su utilización es mi apuesta de futuro”, explica Javier, mientras que Albert asegura que “Geol negocia con una empresa privada para conseguir un trabajo de investigación con una tecnología poco desarrollada”.