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El 25 de noviembre los accionistas de Abengoa se despertaron con un tremendo disgusto ya que la Comisión Nacional del Mercado de Valores suspendió la cotización de la compañía debido a problemas de solvencia y liquidez derivados de unas negociaciones rotas. Durante el día se sucedieron rumores y noticias cuyo resultado fue la presentación de concurso de acreedores y la caída de más del 70% en la cotización cuando la CNMV levantó la suspensión. La situación de los accionistas es complicada: se puede confiar en un acuerdo para que los bancos puedan refinanciar su deuda, o para que entre otro socio que inyecte capital. También puede haber quien aproveche para vender y poder compensar plusvalías con estas minusvalías; sin embargo lo principal que debe obtener un pequeño inversor ante una operación con pérdidas como esta es aprender de los errores.

Desde sus máximos de este año hasta antes del preconcurso, la caída en la cotización había sido superior al 75% y desde el año anterior superaba el 80%, es decir que a pesar de la espectacularidad del hueco de día 25, algunos inversores ya habían perdido casi todo su dinero.

Financieramente es incomprensible asumir estas pérdidas, especialmente cuando se han sucedido roturas de soportes, de tendencias, de retrocesos y de cuanta herramienta se utilice. Incluso habrá quien ante las fuertes caídas decida comprar más acciones a medida que va bajando con el fin de “hacer precio medio”, cuando realmente se está perdiendo oportunidad de diversificar metiendo dinero en una empresa en clara tendencia bajista, sabiendo además de sus problemas financieros.

Este caso tan mediático es una situación que se repite demasiado y que provoca pérdidas durante largos periodos de tiempo a pequeños inversores que no tienen una gestión de riesgos y una estrategia adecuada, y que además les cuesta reconocer el error en una inversión perjudicial.