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La cultura tiene un peso cada vez más importante en nuestra sociedad. A medida que el nivel cultural medio ha ido progresando ha crecido el ansia y la necesidad por aumentar y profundizar nuestros conocimientos. De forma paralela a dicha evolución, el valor económico asociado a las actividades relacionadas con la cultura ha ido progresando en la misma magnitud incrementando su peso económico y delimitando una nuevo sector de actividad. En una sociedad cada vez más dedicada al ocio, la cultura adquiere cada vez un mayor valor económico, y asociada al turismo adquiere un valor estratégico.

Definir la economía creativa es algo complejo y cuantificarla también. En el año de Cervantes y Shakespeare han empezado a aparecer estudios que intentan cuantificar el valor económico de ambos acontecimientos de forma similar al cálculo que se hace del impacto económico de determinados eventos deportivos. A nadie se le oculta que la cultura, o lo que denominamos industria creativa o también economía naranja, tiene un valor creciente.

Para John Howkins, la economía creativa comprende las actividades en las que el valor de sus bienes y servicios se fundamenta en la propiedad intelectual y en concreto incluye en dicho sector la artesanía, el cine, el diseño, la moda, la música, la publicidad, las artes visuales y escénicas, el negocio editorial, la televisión, la radio, los periódicos, los videojuegos, el software, los juegos y juguetes, las bibliotecas, la arquitectura, los museos y galerías, los conciertos y presentaciones, e inclusos la investigación y el desarrollo. Según este mismo autor, en 2005 este sector representaba el 6,1% de la economía global y según estimaciones del Banco Mundial en 2011 alcanzaba los 4,3 billones de dólares, es decir, un montante equivalente al 120% del PIB alemán.

Otras estimaciones establecen que la economía naranja representa 2,5 veces el gasto militar mundial y al contrario de lo que ocurre con este, no depende al 100% de los fondos públicos.

En este aspecto hay que destacar que contrariamente a lo que se cree, se estima que la cultura es un contribuyente neto a las cuentas públicas a nivel internacional. Más aún, el sector crece muy rápidamente. La Organización de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD) estimaba recientemente que las exportaciones ligadas a este sector se incrementaron entre los años 2002 y 2011 un 134% en su valor a nivel internacional.

Al igual que lo que ocurre con el turismo en España, en algunos países se elaboran ya cuentas satélites referidas al sector recreativo. La Organización de Estados Americanos (OEA) realizó un estudio sobre el impacto de las industrias recreativas, estimando que las exportaciones del sector en dicha área geográfica alcanzaban los 646.000 millones de dólares.

Otro elemento destacable desde el punto de vista económico es su resistencia a las crisis. Hollywood en Estados Unidos, Bollywood en la India o Nollywood en Nigeria producen más de 4.000 películas al año (80 semanales), mientras que iTunes ha superado desde 1998 los 25.000 millones de canciones descargadas, que se quedan cortas comparadas a las más de 50.000 millones de apps descargadas desde el appStore. Pero lo más importante para nosotros es que la cultura es un elemento complementario a la industria turística. Uno de los principales impulsos para viajar es la cultura y al igual que hemos hecho con el deporte en los últimos años, podríamos plantearnos desestacionalizar nuestro destino impulsando y apoyando el desarrollo de una industria cultural propia.