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Si en el anterior artículo analizamos las zonas geográficas donde se puede tener repartida la cartera, en este se profundizará más en las divisas en las que debe estar esta diversificación.

Para quien tenga sus ingresos y gastos comunes en euros, lo normal sería que no asuma un exceso de “riesgo divisa”. Esto no quiere decir que solo puede invertir en la zona euro, sino que si lo hace en renta variable (o en otro tipo de activos) de otros países puede protegerse de la evolución de esta divisa respecto al euro. Lo más sencillo para un pequeño inversor es hacerlo en fondos de inversión que lleven la cobertura intrínseca sin que el partícipe tenga que hacer nada. Estos fondos son los que en el nombre indican la palabra “Hedged” o “Hgd”. Quien prefiera la inversión directa en acciones o en renta fija, lo puede hacer mediante futuros o Forex del euro contra esa moneda, pero es más complejo.

La divisa principal a la que se acude, y especialmente por la buena evolución de su bolsa, es el dólar. La mayor parte del movimiento a favor del dólar ya se ha producido y actualmente el euro está moviéndose en un canal entre 1,15 y 1,05. Si las políticas monetarias son continuistas (expansivas en Europa y contractivas en EEUU) es probable que se rompa el canal por debajo, aunque se topará con un soporte psicológico importante, la paridad. En caso contrario, hay que tener cuidado si se rompen los 1,20-1,22.

La libra se ha puesto de moda por el brexit, y puede dar una oportunidad si el soporte de las 0,87 libras por euro funciona. En caso de romperse habría que estar fuera (o cubierto), al menos hasta el 0,91.

El yen ha dado muchas alegrías a los inversores desde 2015 (no así a los afectados por hipotecas multidivisa), y actualmente está en un soporte técnico clave, los 115-111 yenes. Además, el Banco de Japón quiere frenar su apreciación, así que hay que estar atentos a un posible giro en este punto.