TW
0

Acabo de leer el libro de Luis de Guindos “España amenazada”. Con todo lujo de detalles el actual ministro de Economía en funciones repasa los días aciagos del año 2012 cuando nuestro país estuvo al borde del rescate. La situación llegó a ser prácticamente insostenible hasta el punto de que importantes personalidades del mundo económico, así como algunos medios de comunicación de ámbito nacional, se manifestaron partidarios de que el gobierno solicitara el rescate. Solo la postura inflexible del presidente Rajoy y el salvavidas de Mario Draghi (“El BCE hará todo lo necesario para sostener el euro. Y, créanme, eso será suficiente”) evitaron tal cosa.

Igualmente, en este libro de memorias su autor manifiesta que los días 24 y 25 de julio fueron los más críticos. Relata su entrevista in extremis con el ministro alemán de economía al que solicita que Alemania actúe en defensa del euro y al mismo tiempo le manifiesta que España está en una situación límite y que el Tesoro prácticamente no dispone de fondos para hacer frente al pago de las pensiones, las prestaciones por desempleo o los sueldos de los funcionarios. En aquellos momentos la incertidumbre sobre el futuro del euro era máxima. La prensa alemana más moderada, afirma de Guindos, estaba por una salida ordenada de Grecia del euro, el resto, por la expulsión pura y dura.

La actitud de la canciller Angela Merkel apostando firmemente por la permanencia de Grecia en el euro fue entonces determinante y contribuyó a apaciguar los mercados financieros. Este hecho tuvo un efecto balsámico e hizo posible un paulatino relajamiento de la prima de riesgo que nos estaba asfixiando, lo que, sin duda, coadyuvó a evitar la quiebra de nuestro país.

En el prólogo, el presidente Rajoy se reafirma en que 2012 fue, efectivamente, un año decisivo para los españoles. Hace hincapié en que la quiebra del país o la materialización del rescate soberano, que con tanto ahínco defendieron algunos, hubiera dado al traste con nuestro sistema de bienestar. Insiste que, al sortear el rescate, evitamos el riesgo de recortar las pensiones, despedir a funcionarios y tener que subir el IVA en sectores básicos para nuestro sistema productivo o reducir los subsidios por desempleo.

Es cierto de que nuestra situación actual dista mucho de la de entonces y que, en general, podemos sentirnos satisfechos porque a día de hoy estemos creando empleo y creciendo a tasas superiores a la media de la zona euro. Pero la inestabilidad política en la que estamos instalados desde hace nueve meses no deja de ser una amenaza que puede dar al traste con esta recuperación económica que se está construyendo a rebufo de la favorable coyuntura exterior (política monetaria expansiva del BCE, tipo de cambio del euro, bajos precios del petróleo) y, a nivel interno, gracias al fuerte impulso del consumo privado junto a la mejora de la competitividad de nuestro tejido empresarial que está generando un superávit de nuestra balanza exterior que no era habitual años atrás.

Pero cuidado. Si no resolvemos el atasco político existente puede ocurrir, como afirmaba el otro día el presidente del Círculo de Economía de Barcelona, que “la mala política acabe con la buena economía”.