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Aunque los tiempos de los bajos tipos de interés o incluso negativos parecen haber llegado a su fin, el brusco cambio de dirección de la rentabilidad de la deuda anticipa una subida de tipos, primero en EEUU y después en Europa.

La discutida y por muchos irracional victoria de Donald Trump, que llevaba aparejada un anuncio de medidas favorables al aumento de la inflación, ha provocado la mayor desbandada de inversores de la deuda en las últimas décadas. En consecuencia, el incremento de la rentabilidad de la deuda pública perjudica enormemente a las compañías más endeudadas, desde las denominadas utilities a las grandes operadoras de telefonía, las que más están sufriendo en bolsa en las últimas semanas. En cambio, beneficia a las cíclicas, con las grandes corporaciones financieras a la cabeza.

Por estos pagos, hay cifras que conviene no perder de vista: el endeudamiento de las empresas españolas se sitúa en torno a los 915.000 millones de euros. Y las firmas del IBEX 35 y sus filiales deben afrontar vencimientos en el 2017 por un valor de 86.000 millones.

Los mercados auguran que los grandes perdedores de los nuevos tiempos serán los Tesoros europeos. Si la deuda del Tesoro español se hubiera estabilizado en el 3,9%, alcanzado a mediados de 2012, el gasto en intereses de los últimos cuatro años hubiese superado los 26.000 millones de euros. En otras palabras, España se ha ahorrado dos puntos y medio del PIB gracias a los tipos bajos del BCE.

Esa magnitud del vuelco en el mercado de deuda ha supuesto que el interés del bono español se dispare 50 puntos básicos desde la victoria de Trump y la rentabilidad del bund alemán llegue a superar el 0,30%, cuando hace poco más de un mes estaba en territorio negativo.

¿Qué conclusiones extraen los expertos? “La frustración de las clases medias y bajas se refleja en los éxitos del brexit, de Trump, o de Le Pen, con ese voto irracional anti-UE. Todos, empezando por británicos y franceses, pasando por España, Italia y Grecia, pagaremos no haber logrado que la UE, con Alemania a la cabeza, genere y distribuya riqueza y frene la desigualdad, el principal motivo que provocó las últimas guerras”. Son palabras de Angus Deaton, el Nobel de Economía de 2015 por su afinado análisis del consumo y la pobreza.


Deaton sigue muy interesado en saber por qué en España, y en el conjunto de la UE, no acaba de arrancar el consumo. En sus argumentarios impera el postulado que ni España ni la UE han salido de la recesión de verdad, afirmando que la recuperación que percibimos no es auténtica, como sí fueron otras anteriores.

Y si la economía nacional e internacional deambula por esos complejos vericuetos, ¿por dónde circula la referida a Balears? ¿Cuál es el balance de las últimas temporadas turísticas récord?

No basta con recordar que el año pasado la economía balear creció un 2,9%, mientras que la deuda pública autonómica creció un 6,8% -hasta los 8.330 millones-; ni reiterar la demanda de equilibrar con inversiones estatales el injusto déficit en la financiación autonómica que sufre desde siempre Balears.

Nuestros expertos reclaman sabiendo que la economía balear atraviesa una etapa de importancia vital. Una etapa que urge, y casi obliga, a impulsar a corto plazo innovadores procesos de renovación, complicados por la incertidumbre que generan.

Pongámonos de acuerdo de una vez por todas en mejorar la competitividad de la economía balear y, por ende, de la calidad del bienestar general. Aceptemos el reto de mejorar las condiciones de vida de nuestra sociedad y cambiemos, entre todos, nuestro destino. Dibujemos los hitos del camino a recorrer en el complejo y brumoso horizonte económico de 2017 plagado, a su vez, de fortalezas y oportunidades.