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El escritor de ciencia ficción William Gibson, considerado como el padre del Cyberpunk (movimiento contracultural de tradición libertaria), afirmó hace años “el futuro ya está aquí, solo que desigualmente repartido” y la constatación de esta afirmación en sólidos ejemplos como la digitalización que produce una destrucción creativa con la instalación de las nuevas tecnologías con varios impactos, desde el software ubicuo en la nube hasta el big data, un producto genuino de la digitalización y que se base en un hecho tan simple de que toda acción humana es susceptible de ser medida y registrada.

Se ha dicho que los datos son el petróleo del siglo XXI, una fuente que está creciendo a niveles inimaginables, incluso por encima de la capacidad humana de procesarlos y lo más importante a destacar no son los datos en sí, sino la manera de obtener de ellos conocimiento y valor. Por ello la capacidad de procesamiento es clave en la transformación empresarial, creando un mundo más medible y programable, es decir, una oportunidad de cambio adoptando nuevas formas de organización que se adapten a entornos más flexibles y abiertos.

La compraventa de datos para estandarizar comportamientos y perfiles de usuarios es ya una realidad y permite la gestión dispersa de la innovación con el resultado de una mayor eficiencia.

Los desafíos de la revolución big data son enormes y afectan a grandes esferas de la sociedad y en especial en el ámbito empresarial. En el caso de las empresas el uso de los macrodatos contribuye a mejorar la toma de decisiones, y estamos seguros de que en un futuro no muy lejano los robots (producto del big data, los algoritmos y de la propia inteligencia artificial) reemplazarán a los CEO y gerentes. Daniel Kahneman, premio Nobel de Economía, decía recientemente: “No hay ninguna evidencia de que el juicio de un experto sea mejor que fórmulas construidas de forma inteligente”.

Desarrollar modelos predictivos permitirá mejorar la gestión empresarial porque si el conocimiento siempre ha sido necesario para el funcionamiento de las empresas, los big data nos otorgarán el superpoder para afrontar esta nueva revolución 4.0 y la irrupción de la inteligencia artificial.

Pero la otra cara de la moneda de esta profunda transformación estructural de nuestras economías la tenemos en la amenaza al mundo laboral con un tipo de economía basada en el trabajo ocasional, autónomo, freelance, que exige total disponibilidad, pero que no garantiza un empleo digno y produce un fuerte desacoplamiento entre aumentos de productividad y salarios, lo que los anglosajones han llamado gig economy (Uber es un buen ejemplo que opera en el sector del transporte, pero no pone absolutamente nada).

Se atisban nuevas formas de vivir y de trabajar. Un cambio de época y de paradigma. La sociedad del presente, y la del futuro, será de mayores riesgos e incertidumbres. Los jóvenes de hoy trabajarán en empleos desconocidos, pero ligados a entornos digitales.

El big data será una oportunidad para el mundo empresarial pero un reto para el mercado laboral, en el que la propia OIT (Organización Internacional del Trabajo) se reconoce incapaz de contestar si, con el desarrollo tecnológico actual y el previsto, el número neto de puestos de trabajo se reducirá o aumentará.