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Sheldon Glashow, Nobel de Física en el 79, impartía matemáticas en una clase de Primaria explicando a sus jóvenes alumnos cómo los sumerios, hace 18 siglos, establecieron los siete días de la semana. Por eso –les razonaba– los latinos la llamaron septimana, de septem: siete, y así establecieron los 365 días del año. Y cómo dividieron una hora en 60 porciones, buscando la porción de tiempo durante la cual puedes aguantar la respiración. Y a cada una de esas primeras porciones la llamaron pars minuta prima: parte menuda primera. Y de minuta viene minuto…


Me llamó la atención que un hombre de ciencia diera ese valor a las humanidades, a la historia y al conocimiento, para exponer cuestiones matemáticas tan simples. Según Glashow, un científico para ser óptimo debe atesorar dos principios básicos: pasión y creatividad. Aunque el sabio debe estar siempre abierto a la sorpresa, dispuesto a toparse con lo inesperado y saber verlo, lo que llamamos serendipia. Es decir: la flauta suena por casualidad, pero hay que estar ahí para oírla.


Cuando pienso en el Régimen Especial de las Illes Balears (REIB), para entender una cuestión tan compleja y sencilla a la vez, algo me lleva a la teoría matemática de Glashow. ¿Cómo exponer la condición de la insularidad? ¿Cómo explicar que esa misma condición define el dinamismo económico del archipiélago, pero también la causa de sus desequilibrios y de su fragilidad?


Resolvamos la complejidad de la ecuación con un razonamiento simple. Debemos asumir, por el hecho insular, unos mayores costes de producción y de inversión en bienes de equipo. Añadamos la carestía de los productos energéticos y, dada la escasa dotación de recursos, un funcionamiento deficitario de las administraciones en la provisión de bienes públicos: educación, sanidad...


En síntesis, el coste de la vida que asumen los ciudadanos de Balears es mayor que en el resto de comunidades. De ahí que el objetivo del REIB no sea compensar sino equilibrar equitativamente estos mayores costes, estos peajes insulares. Siguiendo la tesis matemática, paralelamente al aumento de costes y a la carestía de productos y servicios, en Balears obtenemos menor aprovechamiento de las economías de escala, generando conductas anticompetitivas en los mercados. Padecemos una dependencia general en materia de puertos y aeropuertos. Y estos hechos generan una extrema vulnerabilidad ante coyunturas externas.


Glashow nos diría que la regulación del REIB 2017 debe reconocer y plasmar este hecho específico y diferencial de la realidad pluriinsular. Pero no basta reconocer –añadiría– debe corregir las vulnerabilidades a través de la acción del Estado, con el fin de establecer un adecuado y justo equilibrio económico interterritorial.


Por ello, la propuesta que impulsa el Govern debe contar con el mayor y más amplio apoyo político y ciudadano. El desarrollo material de la ley, aprobada en 1998, que rige el actual REIB, no ha sido todo lo efectivo que se esperaba. Si a ello añadimos que la coyuntura actual, con su dinamismo económico que genera y acrecienta la presión poblacional extrema, hace peligrar el equilibrio fundamental de Balears. Por todo lo cual, sentenciaría el Nobel, es urgente adoptar un nuevo REIB, que debe incorporar los instrumentos financieros y las necesarias medidas económicas y fiscales, para mejorar la gestión de los recursos existentes.


Finalmente, los sumerios –expuso Glashom– subdividieron el minuto en otras sesenta porciones, más cortitas: era la pars minuta secunda. Parte menuda segunda... ¡El segundo! En otro artículo, si lo desean, ya les expondré los pormenores de esa segunda y minúscula parte.