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En un entorno altamente cambiante como el actual, economía, tecnología y geopolítica se conjugan para dar forma a nuevas megatendencias globales, las cuales se erigen en vectores de transformación que inciden, en algunos casos incluso de forma disruptiva, en la forma de producir de empresas y sectores, así como en la generación y distribución de la riqueza de países y regiones. Porque nada es hoy como era ayer y porque el contexto en el que operan unos y otros está de cada vez más abierto y, por tanto, más integrado, calibrar e incidir sobre la posición competitiva es determinante para asegurar que las empresas sean rentables para sus accionistas y, a su vez, que los países y regiones sean prósperos para sus ciudadanos. Y es que de esta posición depende la capacidad de generar bienes y servicios que satisfagan las exigencias de los mercados internacionales y mejorar, simultáneamente, la calidad de vida de la población.

Desde esta perspectiva, se forja un potente binomio entre competitividad’ y ‘prosperidad’ que es especialmente relevante en una región como Balears. Y es que, según los últimos recursos publicados por la Fundació Impulsa Balears, el archipiélago se sitúa en la posición 173 del ranking de competitividad global integrado por 264 regiones europeas. Este resultado, si bien supone ganar dos posiciones respecto de un trienio atrás, continúa situando a las Islas en un tramo de competitividad ‘baja’ que entraña fortalezas y debilidades de gran calado. Así las cosas, tal y como se desprende de la interpretación del índice de competitividad global de la fundación (i|ICG), el tramo de competitividad ‘alta’ en el que Balears sitúa su puntuación en materia de requerimientos básicos (posición 99) –como salud (12), infraestructuras (38) y educación básica (81)–, contrasta con la posición en el tramo de competividad ‘baja’ en el que ubica los impulsores de la eficiencia (posición 198) –como son la educación superior (223 ) y la eficiencia del mercado de trabajo (196)– y los impulsores de la innovación (posición 164) –principalmente en términos de sofisticación empresarial (163) y capacidad innovadora (195)–.

Una situación que, en conjunto, convierte la necesidad de sostener y, sobre todo, la de mejorar la prosperidad a la que la sociedad balear puede aspirar, en un reto de gran envergadura y trascendencia regional. Un reto que demanda la cooperación de los agentes económicos y sociales en el trazado de una estrategia orientada a reducir los diferenciales que las Islas mantienen en determinantes clave de la competitividad respecto de las regiones europeas que, actualmente, gozan de un nivel de renta similar. Y es que no se puede obviar que 8 de cada 10 regiones europeas que comparten con las Islas un estadio de desarrollo ‘alto’, con rentas per cápita que oscilan entre el 90% y el 110% de la media, se sitúan en tramos de competitividad superiores al balear… Hay que ajustar el binomio, no queda otra. Trabajar sobre la competitividad para ganar en prosperidad. Ser, en definitiva, sujetos a la vez que partícipes del futuro de Balears.