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Hace poco leía que en 2025 el 65% del crecimiento económico se generaría en las 600 mayores ciudades del planeta. De forma casi casi simultánea leía que provincias como Teruel van camino de convertirse en desiertos demográficos y luchan para no extinguirse.

Las smart cities, o “ciudades inteligentes”, son una evolución de las “ciudades digitales” e intensivas en tecnologías de la información y comunicación. Son ciudades modernas y orientadas a mejorar su habitabilidad y el confort de sus ciudadanos mediante el uso de la tecnología y la digitalización. No son ciudades del futuro… sino del presente, porque ya podemos encontrar buenos ejemplos: San Francisco (EEUU) sería el número uno.

Antes de medio siglo, el 70% de la población vivirá concentrada en ciudades y esto, en muchos casos, se convertirá en una tarea de difícil gestión si no se aplican criterios de eficiencia y se utiliza de forma exhaustiva las herramientas tecnológicas de las que se vaya disponiendo.

En cualquier caso, no podrá existir smart city sin smart government a nivel municipal. De hecho, en mi opinión, los ciudadanos dejarán de demandar, cada vez más, “cosas” físicas (polideportivos, bibliotecas, etc.; todo dentro de una lógica, claro) -y quién sabe si menos carreteras o plazas públicas- para exigir administraciones 100% accesibles, conectadas y transparentes.

Conceptos como Inteligencia Artificial o Internet de las cosas van a popularizarse en el lenguaje ciudadano y los municipios deben estar preparados para dar respuesta a los retos que están por llegar. Las ciudades inteligentes debe priorizar por tanto -en mi opinión- tres áreas: la del transporte público; la vida cotidiana de sus ciudadanos mediante una mejora de la gestión de los servicios públicos (haciendo un tratamiento eficiente de sus datos e información personal), y una gestión más eficiente de los recursos públicos e infraestructuras (agua, aire, reciclaje, medio ambiente en general, etc.).

Convertirse en un “destino turístico inteligente” debe ser prioritario para nuestras islas en las que, ya sabemos, competir por precio ha dejado de ser una opción.

Por todo ello, no sé si el elevado número de los más de 8.000 municipios que hay en España será la forma más eficiente de organizarse… Y, de momento, ahí lo dejo.