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La complejidad en el entorno empresarial surge ante la imposibilidad de planificar el futuro. Su gestión es imprescindible para afrontar los diversos escenarios que impone el siglo XXI: la cultura de la complejidad.
Cuando en el entorno empresarial surgen varios futuros posibles es necesario prepararse para afrontar los diversos escenarios que el porvenir depara, de los cuales solo uno se convertirá en realidad.

La gestión de la complejidad viene determinada por la necesidad de las empresas de reaccionar con agilidad a los cambios y lograr adaptarse ventajosamente a estos. No debemos olvidar que cuanto más rápido la empresa comparte la nueva información, más rápido recibe otra que le permite operar siempre con ideas nuevas.

La gestión de la complejidad aparece así como una condición imprescindible para afrontar las nuevas exigencias que la transformación social y corporativa impone en nuestros tiempos, en los que se dibuja un escenario caracterizado por un conjunto de factores críticos que van a medir esa capacidad de adaptación a la complejidad y, en consecuencia, la propia capacidad de la empresa para satisfacer sus metas. Estos factores críticos deben ser incorporados como valores de esta nueva cultura de la complejidad.

La interactividad con el mercado y con el cliente será una de las claves para gestionar con éxito la complejidad, lo que exige ir dos o tres pasos por delante de las necesidades del cliente para anticipar estas y poder así actualizar de manera permanente el valor de cliente, es decir, aquello que le mueve a hacer negocios con nosotros.

La flexibilidad orgánica y funcional de la empresa para adaptarse a los nuevos escenarios, tanto internos como externos, constituye otro factor básico en la gestión de la complejidad.

Internamente las empresas deberán renovar sus formas de trabajo, favoreciendo la dedicación a tiempo parcial y el teletrabajo; flexibilizar las fronteras funcionales entre sus propios departamentos para instalar el valor de la cooperación, y mejorar los circuitos de movilidad.

En el exterior, la adaptación exigirá un management intercultural e integrador de los valores profesionales de la empresa que solo será posible si esta posee una cultura corporativa firmemente orientada hacia el cambio y la innovación, abierta y con valores arraigados y compartidos por la mayoría de sus miembros, con independencia del lugar geográfico en el que estos trabajen.

Nuevas tecnologías, nuevos sistemas de gestión empresarial, nuevos instrumentos jurídicos al servicio de las empresas, etc., es decir, las nuevas circunstancias se rigen por la complejidad y por ello es necesario desarrollar nuevas herramientas que supongan una visión del mundo empresarial extremadamente intuitiva que nos ubique en las fronteras de la organización empresarial y en este sentido solo las organizaciones inteligentes capaces de gestionar la complejidad saldrán vencedoras de este nuevo orden mundial, ya que la actividad empresarial tal como la hemos conocido hasta ahora no tiene ninguna posibilidad de sobrevivir en un futuro que ya está aquí.