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Es difícil sustraerse al ruido de la precampaña electoral que agita nuestro país con las elecciones generales a la vuelta de la esquina y las municipales, autonómicas y europeas el próximo 26 de mayo. Los partidos políticos arriesgan mucho en este doble envite. También todos nosotros nos jugamos el futuro más inmediato después de una legislatura para olvidar.

Seamos realistas. Las consecuencias de la gran crisis de 2008 las siguen sufriendo las clases más vulnerables de nuestra sociedad. Revertir esta situación con políticas encaminadas a restablecer el estado de bienestar cercenado por los recortes debe ser el gran objetivo de la clase política. Ante esta doble cita electoral es prioritario por consiguiente conocer qué medidas piensa implementar cada opción política en liza para reducir, sobre todo, la enorme desigualdad que padece actualmente España.

Este y el problema de Catalunya son las dos grandes cuestiones que amenazan nuestra convivencia.

La recuperación económica de estos últimos años con crecimientos del PIB por encima de la media europea que ha hecho posible crear medio millón de empleos anuales, desgraciadamente no se ha traducido en una mejora generalizada de las condiciones de vida de una parte importante de españolas y españoles que sufrieron en sus propias carnes los estragos de una gran crisis que el gobierno socialista de Zapatero no supo visualizar y, por lo tanto, afrontar adecuadamente.

A su vez la política económica llevada a cabo para hacer frente a la crisis, basada en la devaluación interna de salarios y costes sociales para mejorar la competitividad de nuestra economía, ha empeorada las condiciones laborales de los trabajadores y ha agudizado la falta de expectativas de los jóvenes. Este es el quid de la cuestión y la principal causa que ha motivado la irrupción de los populismos de uno y otro signo que han fulminado el bipartidismo.

De todas formas, el fenómeno de la desigualdad no es exclusivo de nuestro país. Antonio Garrigues, en su último ensayo “Manual para vivir en la era de la incertidumbre”, afirma lo siguiente: “Entre los temas más trascendentales y causantes de malestar e incertidumbre, la desigualdad ocupa un lugar destacado... Es una tendencia en todo Occidente, y esta distancia entre los más humildes y la clase media produce un efecto pernicioso en la democracia, pues hace más difícil el pacto interclasista entre las clases. Esto tiene consecuencias en la cohesión social, uno de los grandes tesoros de Occidente y nuestras democracias liberales, especialmente las europeas”.

A pesar de estos nubarrones hay que ser optimistas. Las próximas citas electorales son una oportunidad para prefigurar una hoja de ruta que persiga un crecimiento económico más inclusivo y un mayor entendimiento entre Catalunya y España. Vamos a ver si es verdad.