En las últimas semanas el concepto “desabastecimiento” está muy de moda, pero no es algo nuevo en los mercados financieros.
El primer sector que se vio afectado fue el automovilísitico, y la culpa, como de tantas otras cosas, la tuvo la COVID.
La venta de coches se toma como un indicador adelantado de la economía ya que sirve para calibrar la salud económica, no solo actual sino también futura ya que tiene un componente de confianza muy grande: compran vehículos familias que saben que se pueden permitir un cambio y las empresas renuevan o amplían flota porque les cuadra en su plan de negocios.
Además tiene dos factores importantes para darles credibilidad: es un gasto relativamente importante en un patrimonio familiar y empresarial y se realizan suficientes transacciones como para darle validez.
Durante los meses más duros de confinamientos por la COVID no se demandaban coches, ya no solo porque era imposible, en muchos países, acercarse al concesionario, sino porque había mucho miedo.
En ese periodo se paralizaron fábricas que proveen de chips con semiconductores necesarios para la fabricación de los coches pero sí había un sector que los demandaba con más fuerza que nunca: el informático, ya que, de repente, todos los componentes de una familia necesitaron un medio de “teletrabajo” o “telestudio”.
En cuanto la economía se reactivó el mercado se encontró con demanda de vehículos sin la posibilidad de fabricarlos ya que estos chips se habían destinado a otros instrumentos, que ahora ya empiezan también a escasear.
Ante esta situación, se han cerrado cadenas de montaje y las presentaciones y expectativas han sido muy malas en los últimos trimestres.
Por supuesto, las bolsas reflejan estos movimientos y tras un principio de año bueno para el sector, a partir de mayo, cuando la mayoría de gente no había oído hablar de este problema, las cotizaciones cayeron con fuerza comenzando a rebotar a partir de septiembre, cuando ya se hablaba del tema con cierta frecuencia.
Durante este año se ha cumplido casi a la perfección la Ley del Sentimiento Contrario: en el periodo bajista del sector los analistas que ya veían el problema vendían mientras que los pequeños inversores pensaban que compraban “gangas”, hasta el punto en el que el mercado consideró que ya se habían descontado todos los problemas y los “grandes” empezaron a comprar, principalmente, a los minoristas que vendían asustados.
Llegados a este punto en el que el sector (tomando como referencia el índice europeo de coches y componentes) está rozando sus máximos históricos, hay que replantear el escenario: por una parte, si está descontado un problema de suministro hasta cierto tiempo, cualquier prórroga puede desestabilizar.
Por otro lado, el alcanzar máximos históricos puede ser positivo por tres motivos: (i) si se perforan, técnicamente es señal de compra, y (ii) por valoraciones no tendría porqué afectar, ya que el crecimiento económico mundial y los bajos tipos de interés son excepciones y (iii) por los cambios que está viviendo el sector, desde el paso de combustión fósil a eléctrico o hidrógeno al de los coches autónomos.