Según evaluaciones del Instituto de Estudios Económicos, si España tuviese unas estructuras de gasto similares a las del promedio del mundo desarrollado, los Presupuestos Generales del Estado podrían reducirse en unos 58.000 millones de euros. Una cifra que la OCDE también da por buena. Si esto es así, lo que llama la atención es que la mejora de las administraciones públicas esté prácticamente ausente del debate político. Pues, efectivamente, tal mejora equivaldría a haber encontrado minas de oro en territorio nacional.
Desgraciadamente, el marco mental que difunden los actuales dirigentes, ayudados por los potentes medios que les respaldan, va en la dirección contraria. Baste pensar que, con harta frecuencia, se dedican a realizar comparaciones entre servicios públicos en función de lo gastado, en vez de en los resultados alcanzados. Incluso, se ha llegado al absurdo de aprobar leyes que tienen como principal objetivo llegar a un determinado volumen de desembolsos futuros.
En este sentido, las comunidades autónomas, por ser las principales titulares de las grandes partidas presupuestarias, tienen una grave responsabilidad pues, desde su creación, han preferido acelerar el volumen de gasto, sin prestar igual dedicación al cómo se administra.
Una buena parte de la prensa, cada día más vinculada al poder político, también tiene su alícuota parte de responsabilidad. Pero también las universidades con su producción académica, así como otros organismos dedicados a la creación de opinión, como puede ser el cine u otras actividades culturales. Desde luego, ocurre que todas esas instituciones obtienen sus ingresos, en su totalidad o en gran parte, de los presupuestos públicos por lo que también están mucho más interesadas en su expansión que en la buena administración.
Tanto interés creado refractario a la buena administración, hace pensar que será muy difícil modificar el rumbo de estas dinámicas, con el consiguiente riesgo de convertirnos en una nueva Argentina con su continuo descenso en los rankings de bienestar. Sin embargo, la Comunidad de Madrid se ha desmarcado de estas tendencias autonómicas dominantes. Gracias a internet, además, cuenta con divulgadores, independientes de las cabeceras mediáticas, que están alcanzando, entre los más jóvenes, un notable grado de influencia. De esta forma, el puñado de académicos que inicialmente apoyaron estás políticas alternativas encuentra ahora más seguidores. Incluso hay quien ya los cataloga como «Escuela». Un canto de esperanza que está transpasando las fronteras autonómicas.