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El gran cambio estructural de Eivissa de una sociedad estática y ancestral basada en la agricultura a una sociedad de servicios se produjo a mitad del siglo XX. Después de la segunda guerra mundial, en los años 50, había una demanda potencial muy grande de turismo y visitantes que querían venir a Eivissa, que dio lugar a la explosión constructora hotelera. En esta etapa se generó el capitalismo como industria turística en Eivissa, ya que fue una etapa de acumulación del capital en los alojamientos. Fue un modelo de negocio de mucho éxito. La historia de esos años está llena también de reacciones de descontento por el crecimiento turístico, que generaron malestar en la población, y que se reflejó en manifestaciones y protestas para defender la protección medioambiental y las señas de identidad de la isla.

Gracias al turismo se evitó también la etapa de la industrialización, típica de todos los países desarrollados desde el s. XIX y principal culpable del deterioro climático, y se pasó directamente al sector servicios menos contaminante (cuatro veces menos sin tener en cuenta el transporte), pero con un modelo depredador de la naturaleza, un recurso muy limitado en una pequeña isla. Pero Eivissa es la fábrica donde se prestan los servicios y al mismo tiempo es la casa donde viven y trabajan los residentes y los temporeros. Este modelo de acumulación de capital estaba basado en aumentar cada vez más la cantidad de turistas y consiguió un magnífico resultado económico en la segunda mitad del siglo XX, pero rendía cada vez menos en la primera década del siglo XXI. Con la entrada en el euro, en la primera década del siglo XXI, bajaron los precios y la rentabilidad hasta el punto de que este modelo turístico se desplomó. Se vendieron muchos hoteles y apartamentos y se invertía en América. El modelo de negocio cambió.

En la primera década del siglo XXI la construcción residencial se convirtió en el motor de la economía sustituyendo al turismo, y más tarde con la llegada de internet y las plataformas digitales, se creó un nuevo modelo de negocio en Eivissa: el alquiler turístico. Se descentralizó el turismo y creció exponencialmente una ola gigantesca de plazas, la mayoría en la economía sumergida, que ahora se pretende eliminar.

En la segunda década del siglo XXI el modelo turístico hotelero del siglo XX cambió, impulsado por el capital y la innovación, hacia hoteles de 4 y 5 estrellas. calidad y precio elevados. El proceso dio lugar a una reestructuración y a una reinvención turística que generó un crecimiento espectacular en las ventas de las empresas a partir de 2011. Esta segunda década se ha destacado por la innovación, por el turismo premium, el estatus, el lujo y el hedonismo. La herencia heredada que queda es, pues, un modelo turístico dual.

El camino de futuro está en el crecimiento cualitativo y en la mejora de la calidad ambiental y de las infraestructuras. No se puede edificar al ritmo de la demanda potencial que tiene Eivissa si se quiere reducir los impactos medioambientales. Ahora bien, el objetivo de este nuevo modelo turístico de reducir, o como máximo mantener, las plazas turísticas hoteleras y eliminar o reducir sustancialmente el alquiler turístico residencial, que es adecuado para proteger la naturaleza, tiene también otros efectos colaterales. En primer lugar, supone un monopolio de las plazas legales ya establecidas, al no permitir la entrada de nuevas empresas y nuevos negocios en el sector del alojamiento, lo que contradice la legislación europea de libre establecimiento. En segundo lugar y más importante, puede tener consecuencias negativas para el crecimiento económico y la innovación. Y en tercer lugar, puede aumentar la desigualdad en la distribución de la renta de la población. Este aumento de la desigualdad sería el caldo de cultivo de la inestabilidad social.