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En los últimos días estamos viendo muchas noticias en torno a los BRICS, su posible ampliación y la búsqueda de un mayor protagonismo en una economía internacional dominada tradicionalmente por Europa y los Estados Unidos. Pero no todos los miembros de los BRICS han experimentado recorridos similares en últimos años ni presentan perspectivas futuras similares. De este grupo, la India quizás sea la mejor apuesta para los próximos años si sabe evitar una serie de amenazas.

Los BRICS son un acrónimo creado ahora hace dos décadas (2001) para referirse a un conjunto de países emergentes que parecían llamados a tener un mayor protagonismo económico y geopolítico internacional. Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica (BRICS) se convirtieron en la apuesta económica de numerosos inversores durante dicha época como alternativa a Norteamérica, Japón y los países europeos. Posteriormente, China sería el gran ganador mientras países como Rusia, Brasil o Sudáfrica moderaron sus tasas de crecimiento defraudando las expectativas puestas sobre ellos.

Recientemente, tras su reunión en el XV BRICS Summit se ha empezado a utilizar cada vez más el concepto de Sur Global intentando revitalizar el brillo de los BRICS. El Sur Global en realidad abarca 130 países con bajos niveles de desarrollo y que aspiran a unirse al grupo de los BRICS. Se trata de un conjunto de países muy heterogéneo en el no estarían los países más avanzados (miembros de la OCDE o la Unión Europea). Los BRICS liderarían así una plataforma de países que intentarían contrarrestar el poder occidental en los principales organismos internacionales que rigen el actual orden económico internacional (Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, ONU, etc.).

El gran líder emergente de los BRICS es sin duda la India y su presidente Narendra Modi. A medida que China empieza a perder su brillo ante sus problemas demográficos y financieros, la India aparece como la nueva estrella del firmamento. Acaba de superar al Reino Unido 75 años después de su independencia convirtiéndose en la quinta economía mundial. Ha superado recientemente a China en población y como imagen de sus avances y capacidad tecnológica acaba de convertirse en el primer país en poner su huella en la cara oculta de la luna. Su PIB creció un 8,7% de promedio en el bienio 2021-22 y se estima que crecerá un 7,2% en el 2023 y un 6,9% en el 2024. Con estos niveles de crecimiento se calcula que en el 2027 la India será la tercera economía mundial tras los Estados Unidos y China, y que en 2033 alcanzará los 10 billones de dólares.

La media de edad en la India es de 28,4 años mientras que en China es de 38,4 y más de la mitad de su población no alcanza los 25 y su PIB crece más rápidamente. El modelo de crecimiento indio imita en gran medida al de Corea y China. Se trata de hacer grandes campeones nacionales como en Corea (Samsung, Hyundai, etc.) o China con el objetivo de poder competir con las empresas occidentales en los mercados internacionales. Para conseguir este objetivo reserva gran parte de su mercado nacional para sus empresas impulsando un fuerte nacionalismo (Made in India) y medidas proteccionistas. Los salarios baratos permiten atraer empresas de automóviles, motocicletas, trenes o tractores crezcan atrayendo inversores que incluso deslocalizan sus negocios de China.

Sin embargo, este modelo puede generar dificultades. A los tradicionales problemas de las castas, la corrupción y su enfrentamiento con sus vecinos islámicos y China se une la posibilidad de que el modelo acabe perpetuando desigualdades, evitando el desarrollo de nuevas empresas y generando un modelo de sustitución de importaciones que lo aleje de un patrón de especialización emergente donde poseía ventaja competitiva en sectores, como los servicios fintech, la inteligencia artificial, los servicios de información y telecomunicaciones o la programación. De esta forma, se frenarían las mejoras de productividad, las inversiones extranjeras y se evitaría, como señala Roubini, la famosa destrucción creativa shumpeteriana abriendo las puertas a una crisis como la vivida en los años noventa en Asia. Todo un desafío.