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Al comienzo de la tercera década del siglo XXI hemos vivido la polarización más extrema de la evolución del turismo. Dos años de la pandemia (2020-2021) con la mayor crisis de la historia turística de Eivissa y un desplome económico mayor que en las otras islas, que en España y que en Europa. Por otro lado, la capacidad de reacción del turismo en 2022 y 2023 que ha recuperado rápidamente los datos económicos pre pandemia con una fuerza incomparablemente mayor que ninguna otra industria o sector económico, y lo ha logrado a pesar de la guerra y la inflación de precios. Hemos pasado del colapso a la saturación. Todo va rápido. En Eivissa, la saturación de las dos últimas temporadas ha provocado un cambio de actitud negativo hacia el visitante. Lo mismo podemos decir de Mallorca y otros destinos. Los precios suben junto al número de visitantes y su gasto, pero la calidad de vida del residente y la destrucción de la naturaleza también.

Un primer reto que planteamos en el artículo anterior fue la necesidad de un cambio en el modelo energético. Es un reto global, cambiar la energía que ha movido al mundo en los dos últimos siglos y en las dos décadas del actual. La sustitución es posible, pero necesita de la cooperación mundial y de la difusión de nuevas innovaciones. Los efectos del crecimiento del dióxido de carbono son cada vez más palpables. Las olas de calor de este verano junto a la saturación poblacional y la falta de espacio en playas y locales de restauración y ocio aumentaron ese rechazo al exceso de visitantes.
Dos grandes retos globales también nos afectarán en estos próximos años. En primer lugar, los rápidos cambios tecnológicos que afectarán al turismo. Es decir, la revolución digital y la inteligencia artificial que afectarán al empleo y a nuestra forma de vida. Un mundo distinto al que conocemos que nos crea inquietud. La tecnología y la innovación cambian continuamente y en turismo se necesita tomar rápidamente decisiones y adaptaciones para evitar perder las oportunidades. En segundo lugar, la mayor desglobalización debido a un mundo de bloques enfrentados, con el uso de la economía en los enfrentamientos geopolíticos. La posibilidad de una extensión de la guerra en Europa y con una nueva una guerra fría entre Estados Unidos y China que establecen nuevas reglas en el comercio mundial. ¿Qué efectos tendrá sobre el turismo?

Hay además muchos otros retos inmediatos. En primer lugar, la sostenibilidad medioambiental. Hay mucha gente que piensa que no puede haber un crecimiento ilimitado en un mundo con recursos limitados. Aplicado a la isla de Eivissa no habría que crecer, hay que decrecer. El propio sistema llevaría al estancamiento. Por lo tanto, proponen el estancamiento o el decrecimiento. Volver al pasado. En Davos el año 2000 hubo un acuerdo para sustituir el crecimiento cero por el crecimiento sostenible. Se apostó por la innovación que es lo que hace posible las mejoras del nivel de vida utilizando cada vez menos recursos naturales y emitiendo cada vez menos CO2. Esto se puede lograr con un conjunto de medidas como las siguientes. Que no se adopte ninguna decisión por las empresas o la administración sin tener en cuenta sus efectos sobre el medio ambiente y sobre las generaciones futuras. También darles un coste a los recursos ecológicos y teniéndolos en cuenta haría inviable la inversión en muchos casos. Por otra parte, conseguir un turismo menos masificado, pero más rentable, lo que se llama un turismo de mayor valor añadido. Es preferible que suban los precios a que suba la masificación. Otro aspecto muy importante es el reciclaje en las empresas. Se trata de un verdadero cambio en el modelo productivo. Se trata de cambiar una forma de producir lineal que consiste en extraer, producir, consumir y generar residuos, por un modelo circular: extraer, producir, consumir, reciclar, volver a producir, etc. Que todo lo que se haga reduzca el riesgo ambiental, la contaminación y el impacto negativo de consumir los recursos en los productos, procesos o métodos. Para que todo esto salga adelante hay que implicar a la población, que todos colaboren para ese futuro mejor.

Otro reto importante a corto plazo en Eivissa es que exista viviendas para los residentes a precios asequibles. Es un derecho fundamental recogido en la Constitución como la sanidad y la educación, pero en España desde siempre se ha incentivado la compra y no el alquiler. La subida de los intereses hipotecarios está reduciendo la compra de viviendas enviando más familias al mercado del alquiler, pero la oferta de alquiler ha sido y es muy escasa y el parque de viviendas público muy reducido. Para la construcción de viviendas hay que incentivar a la oferta privada e impulsar el parque público, pero esto choca con la protección del territorio. Es complicado porque en Eivissa se quiere una isla más protegida y con menos plazas turísticas y menos residentes, y este propósito ha coincidido con grandes movimientos de población hacia la costa, las islas y las grandes ciudades. Eivissa también es la fábrica donde vienen los turistas y los profesionales que aquí no se encuentran. Los incentivos han de ser los adecuados para lograr un equilibrio entre unos y otros. El problema de fondo es que la demanda supera con mucho a la oferta y hace subir los precios (es una bendición para los propietarios establecidos, pero no para los demás). Esa es una ley de la economía que nadie puede cambiar al menos en las sociedades desarrolladas donde conviven el mercado y el Estado. Pero en Eivissa este mercado es ahora una burbuja con expectativas de crecimientos continuos en los precios del alquiler y de las ventas. Recuerda a la burbuja inmobiliaria: un crecimiento de los precios sin límite, que cayó con Lehman Brothers. La demanda supera con mucho a la oferta y el alquiler turístico lo complica todo mucho más. ¿Para quién es el espacio? Es una lucha de intereses. ¿Dónde está el bien común? Seguiremos en el próximo artículo.