En cada campaña electoral algunos candidatos nos prometen acabar con la burocracia o, al menos, mitigarla, pero eso nunca llega a ocurrir. Más bien al contrario, cada vez hay más y para más asuntos. La promesa electoral se efectúa porque, evidentemente, realizar trámites es un asunto molesto y costoso que, no sólo coarta nuestra libertad, sino que además supone un auténtico lastre a la prosperidad económica general y particular.
La izquierda, que es más propensa a aumentar las regulaciones y las prohibiciones, hace más hincapié en la administración electrónica, algo que también está lejos de ocurrir. De hecho, por cada trámite que se automatiza aparecen otros varios nuevos.
Entonces la pregunta inevitable es ¿Cómo es posible, que cada vez que se le declara la guerra a la burocracia, ésta acabe triunfando sistemáticamente? ¿Qué poderosos intereses la promueven? En mi opinión dos son los motivos básicos por los cuales la burocracia no para de crecer como un monstruo que cada vez requiere de más alimento.
El primero, y más importante, es que, en las sociedades de tradición más estamental y corporativista, como la española, el miedo a la libertad individual y a la propia responsabilidad se emplea para promover el engorde de lo gubernamental, favoreciendo un statu quo social refractario a las innovaciones. En nuestro país el «régimen del expediente» resurge una y otra vez cuando ese miedo a lo nuevo nos invade. El «Qué inventen ellos» es una excepción ibérica que se hace realidad gracias al intervencionismo y la burocracia.
El segundo de los motivos, que es consecuencia del anterior, es que la falta de dinamismo e innovación desemboca en que la máxima aspiración laboral de las élites sea la de formar parte de algún negociado encargado de elaborar, o revisar, algún tipo de expediente. También de engrosar la plantilla de algún sector blindado. Estos puestos de trabajo suelen ser más cómodos y están mejor retribuidos que los de las empresas sometidas a la competencia.
Entonces ¿Nos mienten los políticos cuando nos prometen menos burocrática y/o más automatismos? Pienso que, en realidad, somos nosotros los que nos mentimos a nosotros mismos. El candidato primero, y el político ejerciente después, lo único que hace es repetir aquello que su público desea oír.
La expresión «régimen del expediente» se acuñó en los tiempos de Maura cuando el miedo a las grandes transformaciones sociales, que vendrían de la mano de nuevos prodigios como la iluminación eléctrica, la radio, la refrigeración, el teléfono, la automoción, la aviación, o la vacunación, entre otros muchos, hacía prever cambios sociales de dimensiones desconocidas.
Ahora un miedo similar parece que se ha apoderado de nuestra envejecida sociedad por lo que, hasta cierto punto, era esperable el retorno del «régimen del expediente», sin embargo, las consecuencias serán tan devastadoras como lo fueron entonces. ¡Lo que de verdad hay que combatir es el miedo a la libertad!