Recientemente el Govern de les Balears ha desvelado su interés por estimar la capacidad de carga de nuestras principales zonas turísticas. Según la definición de Mathienson y Wall la capacidad de carga es: el número máximo de persona que pueden utilizar un emplazamiento sin que se produzca una alteración inaceptable de su entorno físico ni una disminución inaceptable de la calidad de vida de sus ciudadanos y de la experiencia vivida por los visitantes. Por tanto, al calcular la capacidad de carga estaríamos respondiendo a la pregunta de cuántos turistas caben en un destino sin que el entorno natural sufra de manera irreversible, sin que los ciudadanos vean alterada de forma inaceptable su vida y sin que los turistas vean deterioradas sus experiencias. La sostenibilidad natural, social y económica aparecen así en la anterior definición por lo que la capacidad de carga es la cuantificación de la sostenibilidad de un destino.
Discutir de sostenibilidad y límites en turismo es fútil si no hay datos, y el dato más importante en un destino es su capacidad de carga. La pregunta que nos podemos hacer es cuál de los aspectos anteriores (economía, sociedad o medioambiente) son los más importantes a la hora de determinar la capacidad de carga. La respuesta la da la ley de Liebig o ley del tonel. De la misma forma que un tonel se puede llenar de agua hasta el primer agujero, un destino alcanza su máxima capacidad cuando se desborda su sostenibilidad económica, social o medioambiental. Si no hay agua en el destino, por muy barato y muy simpática que sea su gente habrá alcanzado su nivel máximo y no vendrán más turistas. Si los alojamientos turísticos no ganan dinero y no pueden renovarse, por muchos recursos naturales y simpatía de los locales tampoco vendrán más turistas. Y, por último, si los taxistas, trabajadores o ciudadanos de a pie maltratan a los turistas y votan leyes restrictivas contra el turismo tampoco será viable el turismo.
El problema de la capacidad de carga es que no es fija en el tiempo y varía en función del tipo de turista y las actividades que realizan. En Sóller el límite lo han puesto estos días los aparcamientos, si no puedes aparcar y generas un atasco los residentes se enfadarán y los turistas no volverán. Un límite fijo condiciona todo lo demás. En Palma el límite quizás sean los monumentos o atracciones a visitar. Tener más atracciones en otras zonas de Palma o poner más aparcamientos en Sóller y privilegiar a los locales, mejora la experiencia, no deteriora el entorno y no genera repulsa social. La capacidad de carga no debe esgrimirse como un argumento malthusiano, ya que se puede incrementar el máximo número tolerable de turistas con mejoras en la gestión y la introducción de innovaciones. De la misma forma que Malthus al infravalorar la tecnología se equivocó en el siglo XIX al señalar que la población se estancaría y viviría en la miseria, la determinación de que un destino no puede mejorar su capacidad de carga puede ser un engaño fatal o una profecía autocumplidora.
Balears debe buscar lugares de dialogo social, económico y medioambiental para discutir y estudiar un tema tan complejo como son los límites turísticos y el CES (Consell Economic i Social) de les Balears es uno de los pocos foros donde se encuentran representados de forma articulada los principales actores económicos sociales y medioambientales de la sociedad de nuestras islas. Antes de crear o buscar plataformas o foros de la sociedad civil alternativos por qué no utilizar un ente estatutario que ya representa a la sociedad civil y que hace dictámenes y estudios de forma continuada desde hace muchos años. Quizás sea el momento del CES.