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El PP ha celebrado su primer año de mandato en las principales instituciones. Así que es un buen momento para reflexionar sobre cómo lo he vivido, con la objetividad que me permite el no participar en las tareas políticas, aunque, lógicamente, mantengo mis postulados ideológicos.

Así, en mi opinión, en lo que llevamos de legislatura hemos visto a un PP extremadamente moderado y posibilista. Ha tenido presente, en todo momento, el dominio mediático y el poder movilizador de la izquierda. Así, ciertamente, se ha limitado a poner algunas primeras piedras su ideario, seguramente, con el objetivo de ir avanzando gradualmente, evitando levantar polvareda. Sin duda, ha sido una estrategia que ha descolocado, en varias ocasiones, a los aliados de Vox.

Por su parte, la izquierda en la oposición ha mostrado dos características esenciales que le han impedido aprovechar esa contundente supremacía mediática. La primera ha sido el descabezamiento, es decir, la ausencia de liderazgo definido, algo especialmente grave en nuestro sistema político-electoral. La segunda, quizás derivada de la anterior, ha sido centrarse casi de forma exclusiva, obsesiva y absolutamente exagerada en el miedo a Vox. Partido que, como he señalado, ha estado la mayor parte del tiempo desorientado.

El iniciar una rebaja tributaria y una senda de simplificación administrativa; el poner las bases para un política de vivienda diferente, mucho más acorde con la realidad; el otorgar algunos -pocos- grados más de libertad a los padres en materia educativa; el intentar gestionar la sanidad intentando remediar antes los problemas más acuciantes, relegando los más ideológicos; el afrontar el difícil problema de la conciliación familiar; el iniciar una senda presupuestaria con mayor protagonismo de las inversiones; etc. han sido algunos de los elementos más destacados de la acción del nuevo Govern. Ante los cuales muchos ciudadanos, votantes o no del PP, pueden dar un aprobado.

En el Consell de Mallorca parece seguirse una senda muy similar. Poniendo mucho énfasis en tener presencia en acontecimientos populares, solventado algunos problemas puntuales del sistema viario o apoyando a los municipios, sin afrontar grandes obras; y realizando una gestión más eficaz, pero discreta, tanto en temas sociales como en materia de turismo. También aquí, los nuevos dirigentes, pueden cosechar los réditos de una mayor tolerancia y moderación ideológica.

Sin embargo, en mi opinión, la situación de Cort es algo diferente a pesar que se intente implementar esa misma hoja de ruta. Los problemas de una pujante gran ciudad, como es Palma, requieren de acciones más contundentes que eviten algunas de las inercias del pasado. Al anterior alcalde le faltó voluntad, capacidad y arrojo, conformándose con la realización de reiterados anuncios de proyectos, elaborados por los estrategas de comunicación de su partido, que nunca vieron la luz. Sus resultados deberían ser una lección.

En definitiva, pienso que la palabra «moderación» es la que mejor encaja con este primer año de mandato centro-derechista. Desde luego, queda tiempo para comprobar su grado de aceptación.