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Seguramente ustedes conocerán a gente cuya emoción más frecuente es el «escepticismo». Diremos que son escépticos aquellos que se plantean siempre lo que les rodea. La información llega a través de sus sentidos y perciben e interpretan constantemente ¿Seguro que esto es así? Voy a comprobarlo. Suelen ser personas muy racionales y lógicas, que quieren tenerlo todo bajo control cerebral. Para ellos el escepticismo es un proceso emocional común que les genera ansiedad y angustia. Dudan de todo y suelen ser desconfiados. Confirmarlo todo es imposible, pero lo pretenden. En contraposición están los «curiosos», ellos quieren averiguarlo todo, pero desde una perspectiva más emocional, quieren investigar, sentir, buscar y crear. Quieren saber más, pero no desde la duda.

En las organizaciones aparecen conflictos entre estos estilos comunicativos con diferentes energías emocionales. El líder eficaz debe atender a estas características y tener la habilidad para generar entornos donde fluyan las emociones requeridas para la tarea que se va a realizar. No debemos olvidar que las emociones nos dirigen hacia la acción, y para que una organización esté viva debe permitir este torrente emocional y poder dirigirlo. Así contamos, por ejemplo, con herramientas como el marketing que estudia lo que provocará que alguien compre un producto. Los programas de inteligencia emocional y habilidades sociales que dotan de recursos. Como humanos estamos compuestos de astucia intelectual, pero también podemos vanagloriarnos de la posesión de emociones sentidas que dirigen nuestro pensamiento y conductas. Usamos la razón como herramienta para enfrentarnos a los retos de la vida. Sin embargo, para entender el mundo real que nos rodea, debemos además ser emocionalmente inteligentes. Pero no se preocupe, si identifica debilidades en sí mismo. No olvide que la mayoría de los seres humanos somos analfabetos en esta materia.

Casi todos nosotros nos hemos preguntado alguna vez, ¿sabemos comprender las emociones?, ¿sabemos nombrarlas y expresarlas? Es una parte inseparable de la experiencia humana aunque su aprendizaje lo hemos dejado al azar o bien por ensayo y error, con todo lo que esto supone. Las emociones deben ser nuestras aliadas, no deben ellas controlarnos a nosotros sino al revés. De ahí la importancia de implementar programas formativos dirigidos a ese liderazgo emocionalmente competente. Está claro que el intelecto deberá poder poner razón a lo emocional. Sin embargo, la emoción puede facilitar el pensamiento en múltiples ocasiones. Para ello, comprenda que ser excesivamente racionales en este entorno complejo emocionalmente hablando, nos puede jugar una mala pasada. Confíe en su astucia y curiosidad, y controle sus dosis de escepticismo. Probablemente así el clima emocional en la organización será más amable, y productividad y satisfacción se verán garantizadas.