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En estas últimas semanas dos personajes han acaparado buena parte de la atención de los medios económicos a nivel mundial. Por una parte, Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, por ser el artífice, después de casi cinco años de combatir la inflación mediante una política monetaria restrictiva, de que la FED diera un giro de 180 grados y recortara los tipos de interés en 50 puntos básicos para situarlos en el 4,75%. Aunque esta decisión era esperada, debido a que la inflación en agosto estaba próxima al objetivo del 2%, no deja de ser una muy buena noticia, también para Europa, que ha movido al alza los selectivos de todo el mundo, después de verse zarandeados por el segundo mayor batacazo de la historia del índice Nikkei, de hace un par de meses.

Sin duda, este movimiento del banco central estadounidense, no sólo aleja cualquier atisbo de recesión de la primera potencia económica mundial, sino que reactivará con toda seguridad la solidez de su economía y ayudará a la sostenibilidad del empleo que está cerca de máximos históricos.
De todas formas, su cita electoral del próximo 5 de noviembre sigue acaparando la máxima atención y preocupación de los países de la UE porque, según sea su desenlace, puede acabar de «gripar» a la economía alemana, que está en horas bajas.

El otro protagonista ha sido, sin duda, Mario Draghi con su plan para salvar Europa. El exgobernador del Banco Central Europeo (BCE), y ex primer ministro de Italia, que ya salvó al euro, ahora ha presentado a la presidenta del colegio de Comisarios, Úrsula von der Leyen, nada menos que 170 medidas concretas para evitar la irrelevancia futura de la Unión Europea. No obstante, aún en el supuesto de que los gobiernos de los veintisiete estados miembros asumieran las recetas que propone, parece muy improbable, por no decir imposible, que la UE pueda recuperar el terreno perdido frente a Estados Unidos y China. Sin embargo, los líderes europeos deberían asumir, al menos, la necesidad «existencial» de intentar avanzar en la dirección que propone el exgobernador para que el objetivo fundacional de la UE de progreso y bienestar social pueda pervivir.

La tarea es titánica y las necesidades de inversión que se proponen son inmensas, del orden de los 800.000 millones de euros anuales adicionales. Hay que hacer más Europa y dejar de lado los interés económicos de cada país y avanzar hacia un verdadero mercado único. Si no se avanza en esta dirección, según el exgobernador, nos jugamos la financiación del modelo social europeo y, con ello, la propia supervivencia de la UE.

España, la cuarta economía de la UE, debe tener muy presente el informe Draghi y coadyuvar, junto a los demás países de la Unión, a que éste pueda llevarse adelante. Por otra parte, nuestro Gobierno tiene la obligación de preocuparse de la economía real y favorecer los sectores productivos que son el sostén del crecimiento económico. Esta, y no otra, que es la única manera de asegurar el bienestar, la cohesión social y la prosperidad de los ciudadanos.