El sí a la coalición en Comunidad Valenciana, la negativa a tener consejeros de Vox en Extremadura y Baleares o el acercamiento a los regionalistas en Aragón muestran cómo el PP de Alberto Núñez Feijóo ensaya una geometría variable para desmentir que solo puede gobernar con Vox. Esa máxima, que ambos partidos son lo mismo o que Feijóo solo alcanzará la Moncloa con Santiago Abascal como vicepresidente, es una de las principales bazas del PSOE, que el PP pretende desactivar con un mapa de pactos variopinto.
El PP se ha entendido con Vox en múltiples ayuntamientos y ha cerrado su segunda coalición autonómica en la Comunidad Valenciana. En Baleares le ha dado la presidencia del Parlamento regional, mientras que en Murcia ha dejado a este partido fuera de la Mesa de la Asamblea Regional y planea la amenaza de una repetición electoral.
En el aire está además la gobernabilidad en Aragón, donde Jorge Azcón negocia con el PAR y con Aragón Existe a pesar de que esta alianza necesitaría al menos de la abstención de Vox.
Pero ha sido Extremadura la que ha dado la sorpresa porque María Guardiola ha vetado la entrada de Vox en el Gobierno. En este choque, que puede llevar a elecciones, la extremeña ha reprochado a Vox la negación de la violencia machista o a la deshumanización de los inmigrantes.
Feijóo ha dado su beneplácito en público tanto a Guardiola como a Carlos Mazón en la Comunidad Valenciana y ha validado estrategias contrapuestas amparándose en el diferente resultado electoral. Vox logró el 12 % de los votos y 13 diputados en la Comunidad Valenciana y el 8 % y 5 diputados en Extremadura.
El PP ha puesto líneas rojas a Vox en una semana marcada por la negación que Vox hace de la violencia machista y por una nueva controversia al aludir Feijóo a un «divorcio duro» del candidato de Vox condenado por violencia psicológica a su exmujer en 2002 y vetado por los populares.
Esta polémica ha evidenciado el riesgo de pactar con Vox a un mes de las elecciones generales, cuando tanto lo pactado como los compañeros de alianza son analizados al detalle.
Hace ya meses que en el PP algunos dirigentes contaban con la posibilidad de que se «sacrificase» algún Gobierno autonómico para que no calase el mensaje de una cesión de Feijóo ante Vox, aún cuando la lectura mayoritaria es que estas alianzas no les castigan.
El veto de los populares a Vox supone además un aprieto para los de Santiago Abascal, por el riesgo que para ellos supone bloquear gobiernos del PP en la precampaña del 23J, porque puede alentar el voto útil a los populares.
En el PP siempre han tenido como modelo a Andalucía. Consideran que las exigencias de Vox fueron claves para concentrar el voto moderado en el PP y que Juanma Moreno lograse mayoría absoluta. Feijóo también aspira a aglutinar estos apoyos el 23J.
El PP pretende además tensar a otros actores. Feijóo ha cargado contra el PSOE por no abstenerse para evitar que Vox entre en los gobiernos. Lo ha hecho después de usar sus votos para facilitar que el PSOE gobierne en Vitoria y en Barcelona, evitando que estas alcaldías cayesen en manos de EH Bildu y del independentismo catalán.
Argumenta Feijóo que el PP sí quiere apartar a los radicales de los Gobiernos mientras que el PSOE solo persigue que los populares no puedan pactar con nadie.
Feijóo llama a superar la España de bloques y trincheras cuando mantiene su aspiración de gobernar en solitario, aunque los sondeos prevean que necesitará a Vox. El líder del PP no ha descartado en ningún momento un gobierno de coalición con Vox, tampoco lo hizo Juanma Moreno.
La estrategia del PP no está exenta de riesgos, como dejar el nuevo poder territorial al albur de nuevas elecciones o deteriorar la relación con el partido con el que necesitarán entenderse. Solo falta un mes para que el 23J aclare el tablero de juego y el grado de dependencia de PP y Vox.
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