En medio de una profunda división, el pleno de la Cámara de
Representantes de EE UU debatió ayer la propuesta de destitución
del presidente Bill Clinton que se votará hoy. Los republicanos han
tenido que dar continuas explicaciones sobre la decisión, duramente
cuestionada por los demócratas, de comenzar el debate mientras
prosiguen los ataques militares estadounidenses contra Irak. Y en
momentos en que los republicanos acusaban a Clinton de perjurio y
de socavar el sistema legal, los demócratas reafirmaron que era una
injusticia ir «en contra de la voluntad del pueblo» y no permitir
que se vote sobre una resolución de censura.
Hoy, los congresistas sólo debatirán durante una hora, antes de
discutir independientemente por espacio de 10 minutos cada uno de
los cuatro cargos y presentarlos a votación. Los republicanos están
confiados en que conseguirán los votos para aprobar por lo menos un
cargo contra Clinton, quién puede ser el segundo presidente de EE
UU que se enfrente a un juicio político en el Senado.
La Casa Blanca, mientras, sacó ayer su última baza, a la primera
dama Hillary Clinton, para tratar de impedir que la Cámara de
Representantes se pronuncie a favor de la destitución
(«impeachment») de Clinton. Desde que se confirmó el adulterio de
su marido con Monica Lewinsky, que es lo que dio lugar a los
actuales problemas de Clinton en el Congreso, la primera dama ha
evitado comentar el asunto.
Pero ayer, en el día en que el pleno de la Cámara de
Representantes debatía el «impeachment», la leal Hillary Clinton
rompió una lanza por su marido. En unas declaraciones
«improvisadas» a la prensa en el jardín de la Casa Blanca, Hillary
Clinton declaró su «aprobación y orgullo» por la labor del marido y
subrayó que «la mayoría de los estadounidenses y la amplia mayoría
de la gente en todo el mundo comparte» esa opinión.
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