La revuelta de los 10.000 mineros de la cuenca carbonífera del
Valle del Jiu, en marcha hacia Bucarest, que ya ayer provocó la
caída del ministro del Interior, Gavril Dejeu, se ha convertido en
un conflicto que amenaza al Gobierno de centro-derecha de Radu
Vasile.
Tras el fracaso de la policía de detener a los trabajadores en
huelga y los violentos choques que se produjeron ayer, a 200
kilómetros de Bucarest, el presidente de la República, Emil
Constantinescu, solicitó el cese de Dejeu y convocó una reunión
urgente del Consejo Supremo de Defensa, órgano supremo encargado de
tomar decisiones sobre la seguridad del Estado.
Los 10.000 mineros lograron forzar la barrera defendida por unos
6.000 policías y gendarmes en Costesti (unos 234 kilómetros al
norte de Bucarest) tras violentos enfrentamientos que, según
fuentes policiales, dejaron un saldo de al menos 29 heridos, de
ellos uno 14 policías, y un centenar de intoxicados por gases
lacrimógenos.
Otras fuentes señalan que el número de heridos, la mayoría de
ellos policías, fue bastante mayor.
Los manifestantes atacaron con violencia a los policías con palos,
barras de metal, piedras, mientras que las fuerzas del orden
respondieron con gases lacrimógenos.
Además, los mineros capturaron a varios policías, entre ellos al
prefecto del departamento de Valcea, Nicolae Curcaneanuy los
retuvieron como rehenes durante unas horas, liberándolos a última
hora de la tarde.
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