Decidido a poner fin a la crisis en Kosovo, el Grupo de Contacto
acentuó ayer su presión sobre los delegados serbios y albaneses,
reunidos desde el sábado en el castillo de Rambouillet, cerca de
París, y anunció la celebración de una reunión ministerial a
finales de esta semana.
«Por ahora las cosas progresan, pero son demasiado complicadas
para que me atreva a ser optimista», declaró el ministro francés de
Asuntos Exteriores, Hubert Vedrine, que copreside la conferencia de
Paz para Kosovo, junto con su homólogo británico, Robin Cook.
Vedrine añadió que «la negociación empezó de verdad. Están
trabajando y todo está sobre la mesa». Aunque las conversaciones
avanzan, ambas delegaciones seguían negándose a sentarse en la
misma mesa y predominaba un ambiente de desconfianza.
Esta atmósfera se pudo observar cuando la delegación serbia
exigió que cada vez que se llegue a un acuerdo sobre algún punto se
plasme en un documento escrito y firmado, según indicaron fuentes
cercanas a la delegación de Belgrado. «No confían en nadie, ni
siquiera en los mediadores internacionales, y quieren que se
escriba todo», señaló el jefe de la diplomacia gala.
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