Los ministros de Asuntos Exteriores de Francia, Hubert Vedrine, y
del Reino Unido, Robin Cook, calificaron ayer la situación en
Rambouillet de «ni demasiado tensa ni distendida», antes de
conversar con representantes centralistas serbios y separatistas
albano-kosovares.
Fuentes oficiales francesas aseguraron ayer que la visita de
Vedrine y Cook era para presionar a las partes en conflicto en
Kosovo para que llegasen a un acuerdo en el plazo previsto, dos
semanas.
Esta conferencia está regida por un mandamiento principal: no
sacar los trapos sucios más allá de las verjas del castillo de
Rambouillet (a unos 50 kilómetros de París), ante las que se
agolpan los periodistas, pero la llegada de los dos ministros hace
pensar a los informadores que el mortecino curso del encuentro
necesitaba un masaje reanimador.
«Es una situación extremadamente complicada (la de Kosovo), los
trabajos prosiguen, estamos dispuestos a todo tipo de presiones
para llevar la conferencia a buen término», declaró Vedrine.
El 90 por ciento de los dos millones de kosovares son albaneses
y el resto serbios, con pequeños grupos de turcos, gitanos y
musulmanes eslavos.
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