La dimisión de la Comisión Europea ha introducido una dificultad
inesperada en las negociaciones que mantienen los gobiernos de la
UE para cambiar las finanzas comunitarias. A la distracción
originada por la caída en bloque del Ejecutivo europeo -la primera
en sus 40 años de historia se sumó ayer un anuncio inquietante.
Los desmoralizados comisarios han acordado no tomar «iniciativas
políticas» nuevas y limitarse a tratar, hasta que les llegue el
relevo, los asuntos corrientes y los de mayor urgencia. La
finalidad del anuncio es hacer presión a los gobiernos y al
parlamento de la UE para que elijan «sin demora» un nuevo equipo
dotado no sólo de plenos poderes, sino de credibilidad
política.
Después de la dimisión, una mayoría de comisarios quiere
abandonar el despacho cuanto antes por razones de coherencia
democrática, como se encargó ayer de recordarles el presidente del
Parlamento Europeo, José María Gil-Robles. El Tratado les
conservaría todavía sus poderes plenos durante el período de
interinidad, porque no han cesado a consecuencia de una censura
parlamentaria, sino como resultado de una renuncia personal.
Pero Santer y los 19 comisarios han decidido descartar esta
posibilidad y restringir al mínimo el uso de los tres poderes que
les confiere la constitución comunitaria: defensa de los tratados,
gestión del presupuesto y derecho de iniciativa legislativa. Esta
situación plantea «un problema» para la Agenda 2000, como admitió
ayer el comisario Karel Van Miert ante una sala de prensa
abarrotada.
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