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EUROPA PRESS - ROMA La elección en la primera vuelta del ministro de Finanzas, Carlo Azeglio Ciampi, como sucesor de Oscar Luigi Scalfaro en la presidencia de la República italiana, reactiva con fuerza los proyectos de reforma de las instituciones del país.

Su candidatura fue presentada contra todo lo esperado por el conjunto de la clase política italiana, a excepción de algunos comunistas y de los independentistas de la Liga Norte, lo que lo sitúa en una cómoda situación.

La elección a la jefatura del Estado se hace por sufragio indirecto de un colegio de 1.010 grandes electores, diputados, senadores y representantes de las regiones. Sólo dos veces en la historia de la República un jefe de Estado fue elegido en la primera vuelta. Fueron Enrico De Nicola, un liberal antifascista en 1946, y el demócratacristiano Francesco Cossiga en 1985.

El predecesor de Ciampi, Oscar Luigi Scalfaro, fue elegido en mayo de 1992, en la 16 vuelta, tras once días de cónclave, por 672 votos de 1.002. Esta elección es sobre todo un éxito del presidente del Consejo, Massimo D'Alema, que la víspera de los comicios llevó a cabo complicadas negociaciones políticas. Fue la componente cristianodemócrata de la mayoría, el Partido Popular Italiano (PPI), la que puso los problemas. Ferozmente contrario a la candidatura de Ciampi, considerado como un laico, el PPI presentaba a la ministra del Interior, Rosa Russo Jervolino, o al presidente del Senado, Nicola Mancino, ambos cristianodemócratas. Este último rechazó por considerar que sería un candidato de división.

Mientras tanto, D'Alema se encontró en dos ocasiones con el jefe de la coalición de derecha, el Polo de las Libertades, el magnate de la comunicación Silvio Berlusconi, que apoyó a Ciampi en la primera vuelta.