Tras dos meses de bombardeos aéreos contra Yugoslavia, Estados
Unidos evoca cada vez más abiertamente la posibilidad de enviar
tropas terrestres de la OTAN para concluir la guerra. Washington
parece cada vez más convencido de que la aviación o la diplomacia
por sí solas no lograrán garantizar el regreso de un millón de
refugiados kosovares a sus hogares antes del invierno.
El presidente norteamericano, Bill Clinton, dio el primer paso,
y quizás el decisivo, al declarar la semana pasada que ninguna
opción estaba descartada de antemano y que la OTAN debía cumplir su
misión «de una u otra manera». En una carta publicada ayer por «The
New York Times», el presidente reitera esta postura, y asegura que
Estados Unidos respalda el despliegue en Macedonia, vecina de
Kosovo, de una fuerza de paz de unos 50.000 militares de la
OTAN.
Aunque el Pentágono ha asegurado que estos efectivos sólo
entrarán en la provincia yugoslava para garantizar la aplicación de
un acuerdo de paz previo, nada les impedirá pasar a la acción si
las iniciativas diplomáticas fracasan y la aviación sigue siendo
insuficiente para doblegar al presidente yugoslavo, Slobodan
Milosevic. La sola presencia de esa fuerza aumentaría en todo caso
la presión sobre Milosevic.
Mientras, un cierto número de soldados yugoslavos podría
quedarse en Kosovo tras la conclusión de un acuerdo de paz con la
OTAN, declaró ayer la secretaria de Estado norteamericana,
Madeleine Albright. Esta fuerza «simbólica» no debería ser lo
suficiente numerosa como para que «impida regresar a los
refugiados» y «no tendría ningún control operacional», precisó
Albright en una entrevista concedida a la cadena «CBS».
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