La OTAN prepara el envío de alrededor de 45.000 soldados a las
fronteras de Yugoslavia, lo que supone la ampliación de los
efectivos iniciales de 28.000 de la Fuerza de Paz para Kosovo
(KFOR), que deberá garantizar el regreso de los refugiados. La luz
verde de los 19 países aliados a la ampliación de los 28.000
efectivos previstos en principio podría ser también un primer paso
para los preparativos de una acción terrestre, si la campaña aérea
fracasa en su objetivo de doblegar al régimen de Belgrado.
No obstante, esta posibilidad es contemplada de momento en la
sede de la OTAN sólo como una última y no deseada alternativa, que
provoca divisiones entre los países aliados. El secretario general
de la Alianza, Javier Solana, dio a entender, por su parte, que la
OTAN estudia esa alternativa, al señalar en un encuentro con la
prensa que «todas las opciones están abiertas», aunque destacó que
la KFOR está concebida en principio sólo como fuerza de paz. El
portavoz de la Alianza, Jamie Shea, volvió a insistir ayer en que
dicha fuerza tendrá que tener «un núcleo» OTAN, lo que significa el
mando de la misma y un predominio en la composición de las tropas.
Esa exigencia es una de las principales discrepancias con Rusia y
Belgrado, ya que hasta ahora el presidente yugoslavo, Slobodan
Milosevic, se niega a dar su acuerdo a la entrada en Kosovo de una
fuerza dirigida por la Alianza.
Según Shea, algunos de los países asociados de la Alianza, que
participan con tropas en las misiones de paz en Bosnia, «expresaron
su interés (en la de Kosovo), pero si tiene el núcleo OTAN», lo que
significa su mando y el grueso de los efectivos. La fuerza tendrá
que ser también «robusta» y bien armada, de manera que «si se
encuentra con problemas pueda actuar», señaló Shea.
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