La Alianza Atlántica volvió a recordar ayer en Bruselas al
presidente yugoslavo, Slobodan Milosevic, que «la puerta sigue
abierta» para que se reflexione en Belgrado sobre los detalles del
plan técnico militar en el que se sientan las bases «no
negociables» para proceder a la retirada de las fuerzas serbias de
Kosovo. Aunque el pesimismo ha vuelto a la sede de la OTAN, después
de que este fin de semana se suspendiera la discusión entre los
responsables militares aliados y yugoslavos, el portavoz civil,
Jamie Shea, aseguró que la OTAN no está dispuesta a echar por
tierra por este último obstáculo todo el camino recorrido.
Según fuentes aliadas, Milosevic busca ganar tiempo para
preparar a la población serbia sobre la derrota en la guerra de
Kosovo. Para ello utiliza estratagemas dilatorias que le sirvan
para presentarse ante los suyos como un duro negociador que la
final va a ceder para evitar más muertos, presentándose como un
demócrata y pacifista. Lo cierto, sin embargo, es que los serbios
se preguntan cada vez más abiertamente para qué ha servido entrar
en una guerra para luego retirarse y aceptar todas las exigencias
que dos meses antes del conflicto había rechazado.
La situación es compleja tanto en Yugoslavia como en el bando
aliado, pero lo que se puedan encontrar las fuerzas de paz cuando
finalmente entre en Kosovo puede ser terrible. El Consejo
Atlántico, reunido ayer por la mañana a nivel de embajadores,
analizó en la sede de la OTAN en Bruselas las causas por las que
las autoridades serbias no firman el acuerdo, y concluyeron que «se
está usando el tiempo extra para destruir las pruebas de sus
atrocidades», según informaron en fuentes aliadas.
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