Las tropas rusas se desplazaron a la frontera kosovar desde la vecina Bosnia.

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MARÍA GONZÀLEZ - BRUSELAS La maniobra efectuada ayer por Rusia al mover sus tropas desde Bosnia hacia la frontera con Kosovo para lanzar el mensaje de que no quiere quedar al margen del reparto del control de la provincia puso a la OTAN en una situación embarazosa en las hora previas al despliegue de la Fuerza de paz (KFOR). El largo silencio mantenido en el cuartel general aliado en Bruselas sobre dicho movimiento y las noticias contradictorias del comienzo del despliegue de las tropas de la OTAN en la provincia serbia creó a lo largo de toda la jornada de ayer una gran ceremonia de la confusión.

La maniobra rusa ha creado nerviosismo en los responsables aliados. En principio, la Alianza había anunciado que el despliegue comenzaría ayer, pero luego, el comandante de esa fuerza, el teniente general británico Michael Jackson, cambió los planes y pospuso la entrada hasta hoy. Mientras los aliados discutían quién entraba primero y las negociaciones sobre el encaje de las tropas rusas en la KFOR concluían en Moscú sin acuerdo, Rusia pasó de las palabras a la acción.

En lo que fue descrito por una fuente aliada como una «perfecta jugada de ajedrez», Moscú movió ficha para dejar claro que no quiere quedar fuera en el reparto del control de Kosovo, que se llevará a cabo sobre el terreno con la toma de posiciones de la Fuerza de paz. Nueve horas después de que las tropas rusas cruzaran la frontera de Bosnia con Yugoslavia para dirigirse a Kosovo, un responsable de la OTAN expresó la primera reacción aliada, que resumió en un mensaje de que la Alianza «da la bienvenida al deseo de Rusia de participar en la KFOR».