El escándalo del pollo contaminado con dioxina, que ha provocado la
dimisión de dos ministros, ha conmocionado la campaña electoral
belga, que hasta entonces había sido monótona, y en la que el
capítulo europeo estaba totalmente eclipsado por las elecciones
legislativas y regionales que se celebran también hoy.
Tras las revelaciones sobre la lentitud de las reacciones del
Gobierno belga a una contaminación de pollos con dioxina, un
producto altamente cancerígeno, los ministros de Agricultura, el
cristiano-social Karel Pinxten, y de Sanidad, el socialista Marcel
Colla, dimitieron el 1 de junio, a doce días de un triple
escrutinio crucial para el futuro del Estado belga. «A seis meses
de unas elecciones, un asunto como éste no habría tenido casi
impacto sobre la votación, pero a unos días, algo que no tiene
precedentes, es seguro que tendrá un efecto», afirma el politólogo
Kris Deschouwer.
«Desde un punto de vista menos racional, se podría asistir a un
avance de la extrema-derecha, para la que el problema de la dioxina
es una prueba de que el sistema está verdaderamente podrido», añade
el politólogo. Desde 1988, Bélgica está gobernada por una coalición
de cristiano-demócratas y socialistas.
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