La reconciliación con Moscú tras la crisis de Kosovo y el apoyo a
su pacificación y reconstrucción fueron las decisiones claves de la
cumbre de los líderes del Grupo de los Siete (G-7) más Rusia
celebrada en Colonia el pasado fin de semana. La presencia del
presidente ruso, Boris Yeltsin, en la reunión de ayer, sirvió para
dar por cerrada la crisis de las relaciones de Moscú con los países
occidentales durante el conflicto armado de la OTAN con Yugoslavia.
Rusia, que pide urgente ayuda extranjera para mantener su
solvencia, tendió ayer la mano a Occidente para superar la etapa de
desconfianza y tensión en sus relaciones por el conflicto de Kosovo
y la crisis rusa. Pero Yeltsin tuvo que hacer serias concesiones a
Occidente a cambio de poder lucirse una vez más en el club selecto
de líderes mundiales y de obtener su espaldarazo a Rusia en su
delicada situación económica.
En la cumbre Yeltsin ratificó el acuerdo de participación de
tropas rusas en la operación de paz en Kosovo que suponen un
retroceso de las exigencias iniciales de Moscú, cuyos soldados
serán distribuidos en tres sectores aliados en vez de controlar uno
propio en la zona serbia de la provincia. Además, la aceptación por
Yeltsin del Pacto de Estabilidad para el sureste de Europa, que de
hecho condiciona el acceso de Belgrado a programas de ayuda a un
cambio del régimen político, será interpretada por la oposición en
Rusia como una «traición a los hermanos serbios».
Pero el asunto que más ampollas promete levantar en Moscú es el
compromiso con Yeltsin ante su colega de EE UU, Bill Clinton, para
revisar el tratado bilateral ABM de defensa antimisil, que para
numerosos sectores políticos rusos es el último refugio de Moscú
para conservar la paridad nuclear con Washington.
El liderazgo norteamericano sale reforzado de la
'cumbre' de Colonia
Bill Clinton se perfila como el ganador de la reunión que celebró
ayer con su colega ruso, Borís Yeltsin, después de haber logrado
avances en cuestiones de desarme sin dar a cambio un compromiso
claro sobre ayuda económica. Estados Unidos intentó destacar que no
ha habido vencedores ni vencidos, ya que lo importante es que se ha
reanudado el diálogo y la cooperación con Rusia, tras el
congelamiento de relaciones que supuso la intervención de la OTAN
en Kosovo. Además, la cancelación de las deudas del Tercer Mundo no
fue global ni total, como exigía Washington.
Los resultados concretos del encuentro Clinton-Yeltsin son más
favorables a EE UU. La principales novedades se registraron en el
capítulo de desarme, donde ambas partes se comprometieron a
reanudar las conversaciones hacia un tratado de reducción de armas
nucleares START III y abrieron la puerta a posibles cambios en el
Tratado ABM de defensa antimisiles. «Esto es muy importante, porque
por primera vez los rusos han aceptado discutir cambios en el
Tratado ABM que podrían ser necesarios si decidimos desplegar un
sistema de defensa antimisiles», afirmó Sandy Berger, consejero de
Seguridad Nacional de la Casa Blanca. En resumen, Clinton cumplió
todo su programa de exigencias, Rusia cedió a cambio de recibir
promesas y el resto de países ricos siguió la comba marcada por EE
UU.
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