El espectro de un nuevo estallido bélico en el Cáucaso planeó ayer
amenazante sobre Rusia tras una invasión de extremistas islámicos
desde Chechenia a Daguestán que desató la contundente respuesta de
Moscú.
Altos jefes civiles y militares con el primer ministro Serguéi
Stepashin al frente acudieron con urgencia a Majachkalá, capital de
Daguestán, para intentar «normalizar» una situación que «se está
deteriorando», admitió el jefe de gobierno.
Pero ya desde horas antes se lanzaron ataques con descargas de
atillería y misiles desde helicópteros contra las posiciones de los
intrusos, que según testigos presenciales querían instaurar una
«república islámica» en Daguestán.
«Actuamos desde la necesidad de evitar bajas civiles», dijo el
general Kvashnin, jefe de Estado Mayor del Ejército.
La operación se ordenó para desalojar a unos 2.000 «bandidos» que
según fuentes oficiales tomaron cuatro aldeas, retuvieron a los
hombres como rehenes y dejaron que mujeres y niños huyeran hacia
Majachkalá, capital de Daguestán.
Junto a Stepashin, Kvashnin y las autoridades locales se
reunieron el ministro del Interior, Vladímir Rushailo, el ministro
de Nacionalidades, Viacheslav Mijailov, y el comandante en jefe de
las tropas de Interior, general Vladímir Ovchínnikov.
Los extremistas tomaron las aldeas de Echeda en Tsumadinsk y
Ansalta y Rokotá y Botlijsk en las montañas de Botlij, zonas todas
ellas que han registrado frecuentes escaramuzas últimamente.
Los incidentes desbordaron una rápida escalada de la violencia
crónica que sufre toda la región desde la desintegración de la
Unión Soviética en 1991.
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