La guerra de desgaste contra los extremistas de Daguestán sigue sin
dar los resultados anunciados por Moscú y extiende la preocupación
a las repúblicas vecinas, cuyos líderes podrían reunirse el próximo
miércoles.
Los intensos bombardeos de los últimos días contra las
posiciones de los guerrilleros comandados por el chechén Shamil
Basáyev no parecen haber minado su resistencia, a pesar de las
numerosas bajas que les atribuyen las autoridades rusas.
Según el Servicio Federal de Seguridad (SFS), son más de 600 los
rebeldes muertos en 16 días de combates, después de que otros 22
hombres, entre ellos tres de raza negra posiblemente de origen
saudí, cayeran bajo el fuego de la aviación y la artillería
rusas.
Moscú informó de que las posiciones de los extremistas en la
región de Botlij fueron duramente bombardeadas y que se consiguió
expulsarlos de una zona considerada clave por su buena comunicación
con la vecina Chechenia. Esta información fue matizada un portavoz
de las fuerzas de Basáyev, quien aseguró que los guerrilleros se
trasladaron a zonas vecinas para «cumplir nuevos objetivos» y no a
causa de la ofensiva rusa.
Dieciséis días después, la guerra de propaganda no hace olvidar
que el nuevo primer ministro ruso, Vladímir Putin, no ha cumplido
su promesa de «terminar con el conflicto en el plazo de dos
semanas» y se habla ya de «un nuevo Ulster para Rusia». El
presidente de Ingushetia, Ruslán Aushev, advirtió de que las
repúblicas vecinas se pueden ver arrastradas a una guerra
global.
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