El presidente de EE UU, Bill Clinton, apadrinó ayer en Oslo una
nueva era de negociaciones entre palestinos e israelíes en las que
se deberían establecer, en menos de un año, las reglas definitivas
de una convivencia pacífica en Oriente Medio. Si todo sale como
desean Clinton, el primer ministro de Israel, Ehud Barak, y el
líder de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Yaser Arafat, en
septiembre del año 2000 estará listo para firmar el acuerdo de paz
definitivo y en febrero habrán quedado establecidos en términos
generales los objetivos del mismo.
Barak y Arafat ya se habían puesto de acuerdo sobre este
calendario, pero la cumbre tripartita de Oslo, celebrada con
ocasión de unas celebraciones en memoria de Isaac Rabin, ha hecho
-según coincidieron todas las partes- que el proceso arranque con
fuerza.
Tras la reunión, Clinton, que sale triunfante de la cumbre de
Oslo, anunció que Barak y Arafat celebrarán a partir de ahora
reuniones regulares para debatir las difíciles cuestiones por
resolver e indicó que podría haber una nueva cumbre para cerrar el
«acuerdo marco», que debe fijar los objetivos que deben
alcanzarse.
Clinton, que tiene algo más de un año para rematar su legado
político, estaba exultante cuando, en un discurso en la Embajada
estadounidense de Oslo, recalcó que «ningún otro país» puede lograr
lo que puede hacer EE UU. «Esto es lo que yo quería que fuera
Estados Unidos al final del siglo XXI», dijo el presidente.
Clinton, que -en vista de los recientes enfrentamientos que ha
tenido con el Congreso de mayoría republicana por la financiación
de obligaciones internacionales de EE UU, entre otras para Oriente
Medio- se ha mostrado últimamente preocupado por el peligro
aislacionista, declaró tras la cumbre de ayer que no cree que su
país se vaya a «retirar del mundo».
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