El primer ministro portugués, António Guterres, durante la conferencia de prensa celebrada ayer.

TW
0

Mª LUISA GONZÀLEZ - LISBOA
El objetivo de esta cumbre es establecer las líneas maestras que deben guiar la política económica y social de los Quince para hacerla más competitiva, pero al mismo tiempo evitar la exclusión y crear más empleo. Fuentes comunitarias esperan que de la reunión salga una estrategia para poner en marcha ese proceso, que debería conducir a una Europa con tendencia al pleno empleo en el plazo de diez años. Esperan también que se establezcan fechas orientativas y mecanismos de seguimiento, como la convocatoria de un consejo extraordinario de primavera todos los años para abordar estos asuntos.

El primer ministro portugués, António Guterres, anfitrión de la cumbre, defendió ayer la nueva estrategia que pretende compaginar dos conceptos «que no son incompatibles: competitividad y cohesión social». Para lograr ese objetivo, los Quince analizarán medidas macroeconómicas, como la liberalización de los grandes sectores hasta ahora poco abiertos a la competencia "las comunicaciones, transportes y energía". Pero, también debatirán, y se espera que aprueben, medidas de menor envergadura pero gran repercusión a medio plazo como la incorporación de todas las escuelas europeas a las nuevas tecnologías y a internet.

El presidente del Gobierno español, José María Aznar, defenderá en la reunión las reformas estructurales y laborales junto con una política fiscal rigurosa.

El primer ministro británico, Tony Blair, basará su aportación en la defensa de una «mayor flexibilidad» de los mercados laborales europeos.
Alemania, a diferencia de Francia, se sitúa entre los socios más reacios a tratar a nivel comunitario aspectos como las políticas de empleo e insiste, al igual que España, en un estricto respeto al Pacto de Estabilidad establecido para el euro. Francia es favorable a que la UE establezca objetivos cuantificados en materia de empleo, a lo que se oponen otros socios. La cumbre puede verse ensombrecida por el disgusto que sigue presente entre los países de la Unión debido al pacto de gobierno que el canciller austríaco, el conservador Wolfgang Schüssel, realizó con el partido ultraderechista de Jörg Haider.