El ministro italiano del Tesoro, Giuliano Amato, formará el
Gobierno con el que el centroizquierda en el poder tratará de
llegar al final de la legislatura, tras recibir el correspondiente
encargo del presidente de la República italiana.
La candidatura de Amato fue presentada por la coalición en el
poder en la ronda de consultas abierta por el jefe del Estado a
raíz de la dimisión del anterior primer ministro, el ex comunista
Massimo D'Alema, como consecuencia del triunfo de la oposición
conservadora en las elecciones regionales del 16 de abril.
En sus primeras palabras, Amato afirmó que el nuevo Gobierno,
que verá reducido sensiblemente su número actual de veinticinco
ministros por expresa indicación del presidente Carlo Azeglio
Ciampi, «cuenta con la cohesión de los (nueve) partidos que
integran la mayoría y con el propósito de aumentarla y reforzarla».
El nuevo Ejecutivo deberá someterse en los próximos días a la
confianza del Parlamento, donde la alianza gubernamental asegura
que cuenta con los votos necesarios para que su candidato pueda
agotar los once meses que restan de legislatura. A pesar de las
voces que surgen de las filas del opositor Polo de la Libertad, que
lidera Silvio Berlusconi, sobre una posible fuga de diputados (a
los que estarían comprando), las cuentas del centroizquierda se
sitúan por encima de los 320 escaños sobre los 630 que integran la
Cámara baja.
A punto de cumplir 62 años, Amato se prepara para volver a
Palazzo Chigi, sede del Gobierno, donde ya encabezó en 1992 uno de
esos gobiernos-puente tan típicos de la vida política italiana,
mientras soplaba el vendaval de Tangentopoli y se libraba un fuerte
pulso con la Mafia, que mató a los jueces Giovanni Falcone y Paolo
Borsellino. De su paso por la presidencia de este Ejecutivo se
recuerda como hecho significativo el draconiano recorte
presupuestario de más de 4.500 millones de dólares con el que la
economía italiana entró después en la senda del euro. Este
reajuste, adoptado tras una imprevista reunión dominical del
Consejo de Ministros, le valió el apelativo de «conde Drácula»,
aunque es más conocido con el apodo de «doctor Sutil», en
reconocimiento a su aguda y a veces intrigante inteligencia.
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