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EUROPA PRESS - PAÍSES BAJOS Abdel Basset Ali al-Megrahi, de 48 años, y Al Amine Jalifa Fhimah, de 44, comparecerán ante un tribunal escocés compuesto por tres jueces en la base americano-holandesa de Camp Zeist (en el centro de los Países Bajos) acusados de complot, asesinato y violación de la seguridad aérea.

Su proceso, que se anuncia extenso, con una duración mínima de un año, y a lo largo del cual comparecerán más de 1.600 testigos entre los de la acusación y la defensa, no tiene precedente en todo el mundo, ya que jamás la justicia de un país se había ejercido en otro. Esta extraña situación es fruto de un compromiso alcanzado en el verano de 1998 entre el Reino Unido, Estados Unidos y Libia.

Tras la mediación «in extremis» del entonces presidente sudafricano Nelson Mandela, la entrega de los acusados por parte de Trípoli el 5 de abril de 1999 puso fin a más de diez años de conflictos diplomáticos. Los dos hombres son custodiados actualmente por 200 policías en Cam Zeist, un emplazamiento cedido al Reino Unido por parte de los Países Bajos para poder celebrar el proceso.

El proceso de Lockerbie es también el resultado de largas investigaciones, que han llevado a sus autores a interrogar a unas 15.000 personas y buscar pistas en más de 30 países, con la ayuda de los servicios secretos británicos, estadounidenses y alemanes.

La posibilidad de que se hubiese tratado de un atentado se impuso rápidamente después de que el avión que efectuaba el vuelo Pan Am 103 Londres-Nueva York explotase en el aire. Pero no fue hasta noviembre de 1991 cuando Abdel Basset Ali al-Megrahi y Al-Amin Jalifa Fhimah fueron acusados de ser los autores materiales del mismo.

Los investigadores consideraron que los dos sospechosos, que trabajaban en las líneas aéreas libias, pero de los que se sospechaba que colaboraban con los servicios secretos de Trípoli, fabricaron la bomba en Malta con la ayuda de un radio-cassette, explosivo Semtex y un reloj digital, para después esconderlo en una maleta Samsonite que fue llevada primero a la localidad alemana de Francfort y seguidamente al aeropuerto de Londres-Heathrow, donde fue embarcada en el vuelo siniestrado.

El aparato, bautizado como «Sirena de los Mares», explotó el 21 de diciembre de 1988, poco después del despegue del Boeing 747, cuando sobrevolaba la localidad de Lockerbie. Murieron los 243 pasajeros y los 16 miembros de la tripulación, así como 11 habitantes de la localidad escocesa sobre la que cayó. Para las familias de las víctimas, el proceso que comienza mañana es sinónimo de alivio, pero también de inquietud, ante el temor de que las audiencias sean favorables a los dos acusados y se intente evitar poner de manifiesto eventuales complicidades en el seno del régimen de Muamar Gadafi. Los libios, por su parte, creen en la inocencia de sus dos ciudadanos.