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DELIA MILLÀN El SPD ganó las elecciones en el estado más poblado de Alemania, donde ha gobernado en los últimos 34 años, con el 42'8% de los votos, pero el verdadero vencedor de la jornada ha sido el Partido Liberal (FDP), que logró el 9'8% de los sufragios. El resultado del FDP supera las expectativas de sus propios líderes, que se habían fijado como meta el 8%; dobla con creces el resultado de hace cinco años (un 4% que no permitió a los liberales ni siquiera entrar en el parlamento regional) y, sobre todo, rebasa lo logrado por los Verdes.

El candidato liberal, Jürgen Möllemann, cuyo lema de campaña fue que los Verdes están acabados, declaró, a los pocos minutos de conocerse los primeros pronósticos, que «la gente ha sido clara, no quieren que sigan los Verdes en el Gobierno». Möllemann retó al SPD a abandonar «la coalición de los perdedores» y juntarse con su partido, que es «el único ganador» de estos comicios, pues, en efecto, es el único que no ha perdido votos.

El político liberal, que durante su campaña se tiró en paracaídas para acudir a los mítines, paseó con camisetas que ponían «8%» y visitó programas como el «Gran Hermano», ha logrado lo que un comentarista político describió como «la resurrección más espectacular desde la de Lázaro». «Hemos ganado estas elecciones», dijo el secretario general del FDP, Guido Westerwelle.

Hasta ayer y desde que dejó de ser socio de la coalición de Gobierno con los cristianodemócratas de Helmut Kohl, el FDP había caído en picado en el favor popular. El sorpresivo resultado de ayer es fruto del empecinamiento de Möllemann, pero, sobre todo, de los problemas de la Unión Cristianodemócrata (CDU), que, además de padecer aún los efectos de las cuentas secretas, se presentó en Renania del Norte-Westfalia con un candidato, Jürgen Rüttgers, que multiplicó las torpezas.

Los sondeos han revelado que la mitad de los que votaron ayer por el FDP son electores tradicionales de la CDU. Sea cual sea el motivo de la victoria del FDP, el resultado sitúa a los liberales en situación de volver a desempeñar su papel histórico de partido bisagra.