Los presidentes de Estados Unidos y Rusia, Bill Clinton y Vladímir
Putin, abrieron anoche con una cálida cena privada y un concierto
de jazz una expectante cumbre centrada en la seguridad global ante
los desafíos del siglo XXI. Ambos mandatarios iniciaron así en las
habitaciones reservadas de Putin en el Kremlin tres días de
debates, con el sistema norteamericano de defensa antimisiles como
plato fuerte por sus repercusiones para el proceso de desarme
nuclear.
Clinton y Putin hablarán a fondo sobre el polémico plan de EE UU
contra el eventual ataque nuclear de un grupo terrorista o país
«incontrolado» y sobre la nueva propuesta rusa de crear juntos el
escudo antimisiles anunciada sólo horas antes de la cumbre. La
agenda incluye el fortalecimiento de la democracia y las reformas
económicas en Rusia, la lucha contra el extremismo y terrorismo
internacional y los conflictos de Kosovo y Chechenia, entre
otros.
Un Putin recién llegado y un Clinton a punto de irse diseñarán
el nuevo marco de relaciones entre las dos superpotencias tras los
tormentosos y erráticos años del ex presidente ruso Borís Yeltsin.
Para el presidente norteamericano, su cuarta y probablemente última
visita a Rusia en ocho años de mandato ofrece la ocasión de acercar
a Occidente a la «nueva Rusia» que busca Putin. Al nuevo número uno
del Kremlin, la cumbre le sirve de tarjeta de presentación en la
arena internacional y de gran prueba para su ambición de que Moscú
vuelva a hablar de tú a tú a Washington.
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