Con lágrimas en los ojos, en algunos casos con escenas de
histerismo dentro del caos de la ceremonia, los sirios, cerca de un
millón y medio, dieron ayer su último adiós al «León de Damasco»,
el presidente Hafez Asad, fallecido el pasado sábado y que a través
de su Gobierno de tres décadas llevó a Siria al estatuto de
potencia regional.
Un total de trece jefes de Estado, entre ellos el presidente
francés, Jacques Chirac; el presidente palestino, Yaser Arafat, y
unas cien delegaciones extranjeras, llegaron a Damasco para
presentar sus respetos al presidente sirio y saludar a su hijo y
sucesor, Bachar. Tras la ceremonia oficial, el féretro fue
trasladado en avión a Lataquia (norte), y por carretera hasta
Kardaha, la ciudad natal de la familia Asad, donde el difunto fue
enterrado en el mausoleo construido para su hijo Bassel, fallecido
en un accidente de circulación en 1994.
En la capital, cientos de miles de personas afluían en las
primera horas de la mañana hacia la plaza de los Omeyas, para
esperar el paso del cortejo fúnebre. Poco antes de las ocho de la
mañana (una hora menos en España), al son de 21 cañonazos, un grupo
de oficiales abandonó la residencia privada de la familia Asad con
el féretro a hombros, recubierto con una bandera con los colores
sirios "rojo, blanco y negro" y dos estrellas verdes. Al paso del
cortejo, la multitud aprovechó para gritar lemas políticos,
proclamando que Siria no renunciará a sus derechos sobre la meseta
del Golán, ocupada desde 1967 por Israel. Otros mostraban su apoyo
a Bachar, al grito de «Alá, Siria, Bachar, es todo lo que
queremos».
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