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Los líderes regionales integrantes del Consejo de la Federación o Senado desafiaron ayer al Kremlin al rechazar hacerse el «harakiri» político que se les había pedido para fortalecer el poder central en Rusia. Pero el presidente del país, Vladímir Putin, recogió inmediatamente el guante y respondió al instante con una iniciativa parlamentaria para conseguir «hoy mismo» sus deseos.

Por 129 votos contra 13, con una abstención, los senadores vetaron un polémico proyecto presentado por Putin como uno de los pilares de su política de vuelta al centralismo estatal. «No excluyo que hoy mismo se reúna la Duma (Cámara Baja) para anular el veto del Consejo de la Federación», declaró el portavoz parlamentario del partido del Kremlin, Borís Grizlov.

La aprobación de la ley por el Consejo de la Federación habría significado el «suicidio político» de los actuales senadores. El proyecto de ley prevé un cambio en la estructura del Consejo de la Federación, y los actuales senadores dejarían de serlo automáticamente y perderían su inmunidad parlamentaria.