El semestre de la presidencia francesa de la Unión Europea (UE)
comenzó ayer entre las promesas de conseguir una gran reforma
institucional y los intentos enfrentados del Gobierno del
socialista Lionel Jospin y del presidente de la República, Jacques
Chirac, por capitalizar todo el protagonismo.
El desencadenante de las desavenencias entre el Gobierno de
izquierdas y el neogaullista Chirac llegó con el discurso que este
último pronunció el martes ante el Parlamento alemán, donde abogó
por una constitución europea y por la formación de un «grupo
pionero» de países, vertebrado en torno a Francia y Alemania, que
quieran «ir más lejos o más deprisa en la integración». Dos días
después, el ministro socialista de Asuntos Europeos, Pierre
Moscovici, señaló que el discurso de Chirac, «no era el de las
autoridades francesas», sino un discurso del «presidente de la
República en el Parlamento de un país amigo», aunque reconoció su
coincidencia sobre el contenido. La portavoz de Chirac replicó al
día siguiente que «el presidente de la República se expresó
oficialmente. Francia habla con una sola voz y la presidencia
francesa de la UE no hace sino reforzar esa exigencia».
Pero al margen de las desavenencias, la máxima prioridad durante
los próximos seis meses, como lo han reconocido todas las
autoridades, es concluir con éxito la Conferencia
Intergubernamental (CIG) que debe proceder a la reforma
institucional que permita incorporar a la docena de países que
negocian su incorporación en la UE. La CIG debe solucionar tres
puntos que quedaron pendientes en el Tratado de Amsterdam: el
tamaño de la Comisión, el peso de los Estadosy las materias que
podrán ser decididas por mayoría y no necesariamente por
consenso.
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