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La habitualmente polémica marcha protestante de la orden de Orange, celebrada ayer en la ciudad norirlandesa de Portadown, transcurrió con tranquilidad y sólo estuvo salpicada de incidentes de escasa importancia. Miles de personas, muchas de ellas uniformadas con los tradicionales trajes negros y bandas de color naranja, en referencia al nombre de la orden («Orange»), marcharon pacíficamente por las calles de la ciudad del condado de Armagh hasta regresar a la iglesia de Duncree.

Este desfile ha sido el preludio del que tendrá lugar también en Portadown el próximo domingo, que suele ser el más conflictivo. Durante la marcha sólo se registraron forcejeos entre los manifestantes y las fuerzas de la seguridad en la zona de Duncree, vigilada por un cordón policial, y posteriormente al final de la calle de mayoría católica de Garvaghy Road.

La Comisión de Desfiles norirlandesa había prohibido el paso por esa calle a la Orden de Orange (asociación político-religiosa que organiza el desfile) para impedir incidentes violentos como los del año pasado. Llegado a ese punto del recorrido, los manifestantes, indignados por el cordón policial que impedía el paso, comenzaron a lanzar piedras y botellas, lo que desencadenó un forcejeo de casi una hora que terminó con la llegada al lugar de un retén de tanquetas militares.