El empeño del presidente Vladímir Putin de imponer su autoridad
total en Rusia se ha tornado en una guerra del Kremlin «contra
todos» que ayer sumó al coro de descontentos al propio ministro de
Defensa, el mariscal Ígor Serguéyev. El mariscal, humillado en
público por Putin hace días por los reveses militares en Chechenia,
lo desafió con la amenaza de dimitir si las «simpatías políticas»
del Kremlin se imponen en un campo tan importante como el destino
del arsenal nuclear ruso.
El desafío de Serguéyev se debió al supuesto respaldo del
Kremlin al rival del ministro, el jefe del Estado Mayor, Anatoli
Kvashnín. El choque dialéctico entre ambos versó sobre el futuro de
las Fuerzas Estratégicas Nucleares. Kvashnín, estrechamente
vinculado a la industria de guerra y con creciente peso en el
Kremlin, pretende reducir el actual rango especial de las FEN para
integrarlas como una componente más en el Ejército del Aire y, así,
subordinarlas a sí mismo. Serguéyev, ex jefe de las Fuerzas
Estratégicas, calificó los planes del Estado Mayor de «un crimen
contra Rusia y una locura», y añadió que este «ataque psicológico»
contra las FEN, si tiene lugar, se llevará a cabo sin su presencia.
La amenaza de dimisión de Serguéyev siguió en pocas horas a la
advertencia del jefe de las Fuerzas Estratégicas, general Vladímir
Yákovlev, quien dijo que la reforma podría convertir a Rusia en
«potencia nuclear de segunda fila». La rebelión del mariscal
engrosó las filas de una oposición cada vez más numerosa que augura
la pronta creación de un amplio frente anti-Putin de diversos
gobernadores, empresarios, militares y medios de comunicación
unidos por el acoso del Kremlin.
El grave estado de la economía, los recelos de Occidente por
Chechenia y una política exterior con signos de aislacionismo e
interior en clave autoritaria entumecen además las perspectivas del
ambicioso plan de Putin de «recuperar la grandeza de Rusia». El
propio Kremlin admitió que en el último medio año la competitividad
de la economía rusa bajó un 30 por ciento, lo que ensombrece el
diálogo con la delegación del Fondo Monetario Internacional, en
«misión imposible» en Moscú, según la prensa. Fuentes diplomáticas
occidentales dijeron que en la cumbre del G-7 más Rusia de la
próxima semana esperan que Putin «se comprometa con la
democratización del país.
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