Con el discurso que él mismo considera el más importante de su
carrera política, George W. Bush aceptó, ayer, en Filadelfia la
candidatura presidencial del Partido Republicano para las
elecciones de noviembre. Bush no sólo habló a los republicanos, en
la sesión final de la convención presidencial de Filadelfia
(Pensilvania), sino que se presentó ante todo el país para atraer a
los independientes y demócratas con su cautivadora consigna de
«conservador solidario».
El mensaje de aceptación de Bush, gobernador de Texas, cierra
una convención republicana de Filadelfia cuidadosamente diseñada
para reflejar la voluntad de comenzar una nueva era de diversidad
en un partido de ideología conservadora. «Quiero que el sueño
americano sea para todos los sectores de la sociedad», indicó Bush,
de 54 años, que intenta invadir el terreno demócrata de las
minorías hispanas y afroamericanas con un tono totalmente distinto
al tradicional republicano. Aunque está en plena campaña para las
presidenciales de noviembre desde hace más de un año, no es hasta
esta última etapa que los estadounidenses comienzan a interesarse
de lleno por las elecciones y los candidatos.
Los republicanos intentan convertir los próximos tres meses de
la campaña electoral de EE UU en un referendo sobre los escándalos
del presidente Bill Clinton, que esperan acabe con la imagen de
Albert Gore. Las críticas lanzadas por los republicanos durante su
convención presidencial de Filadelfia se han centrado en hacer
referencias a los escándalos que pusieron contra las cuerdas la
presidencia de Clinton. En el más duro ataque contra los
demócratas, el aspirante a la vicepresidencia, Richard Cheney,
aseguró que, si gana en noviembre, George W. Bush devolverá en «la
primera hora del primer día la decencia y la integridad» que ha
perdido la Casa Blanca.
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