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EFE-MÉXICO Las elecciones a gobernador que ayer se celebraron en Chiapas no sólo son decisivas para este empobrecido estado del sur mexicano sino para la guerrilla zapatista y para el PRI, que podría sufrir su segunda derrota histórica en mes y medio. Más de dos millones de chiapanecos, alrededor de la mitad de la población del estado, estaban convocados a las urnas para elegir a su próximo gobernador.

Las opciones estaban polarizadas en torno a Pablo Salazar, ex priísta y candidato de una alianza de oposición que engloba a ocho partidos, y Sami David, del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Por primera vez, las encuestas dan una considerable ventaja al aspirante de la oposición, aunque el PRI confía en mantener el tirón en las zonas rurales, donde se encuentra el 53% de las urnas en estos comicios.

Para el PRI, conservar el poder que ha mantenido en Chiapas durante siete décadas representa una extraordinaria opción para su fortalecimiento interno tras la histórica derrota sufrida el 2 de julio frente al conservador Vicente Fox. Roberto Madrazo, gobernador de Tabasco y aspirante a liderar el «nuevo PRI», admitió que otro fracaso en Chiapas puede suponer «la sepultura» del partido.